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Aburrido

Me llaman los amigos para preguntarme cómo estoy y respondo: “Aburrido”. Nunca había sentido como ahora la vida de jubileta y ellos me contestan que para lo que se ve en la calle (bandas de marroquíes que se pelean con senegaleses en un territorio que no es de ninguno de ellos) es mejor que me quede en casa. ¿Qué expectativas tenemos de divertimento? Ninguna. Está cerrado casi todo, no te puedes reunir con gente, ni existen cines, ni espectáculos a los que acudir, ni veo alegría en la calle las pocas veces que salgo; así que habrá que esperar pacientemente a que los idiotas que nos gobiernen vacunen a la población y vuelva la alegría que provoca la disminución del riesgo. Además, las redes sociales no sirven para otra cosa que para hacer apología del disparate y me dirán ustedes si una persona normal debe o no ponerse la vacuna de Astra Zeneca, que tiene la peor oficina de comunicación del mundo y que ha dejado a la industria farmacéutica a los pies de los caballos con sus derrames, sus embolias y sus puñetas. ¿Es segura o no es segura? Nadie sabe nada, pero yo esa no me la pongo. Me muero con las otras. Como no tengo confianza alguna en los políticos (léase alcaldes, consejeros, adulones, asesores y toda la jarca) hago vida monacal y sólo voy de mi casa al cajero, del cajero al súper y del súper a mi casa, veo series y documentales de la BBC, como el difunto fiscal Fungairiño, y así transcurre mi bonita vida de caminante planchón. Menos mal que el Real Madrid me ha dado una alegría y espero fervientemente que me dé otra el sábado, porque de lo contrario soy capaz de hacerme Hare Krisna y de ponerme la bata naranja. Cuando leo los datos del paro constato que se trata de otra gran mentira: ¿Cómo va a bajar con una España en ruinas?

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