el charco hondo

Estado de alarmados

Estos meses hemos visto atacar naves en llamas más allá de Orión. Hemos visto cómo los partidos sacuden el debate sobre la finalización del estado de alarma a pocos días de su finalización, en los minutos de descuento. La política se ha abonado a jugársela en la tanda de penaltis, siempre al límite. El estado de alarma lleva meses cambiándonos la vida, metiéndonos en un corralito de libertades y movilidades condicionadas, amputadas. Llevamos una eternidad limitados por restricciones horarias, aforos y otras mordidas a los derechos fundamentales, y es ahora, a las puertas del nueve de mayo, cuando los partidos parecen caer en la cuenta de que se les echa el calendario encima, abriéndonos a un mundo dicen que desconocido, pero no tanto, venimos de allí, de la vida anterior a ésta. La trifulca, a todas luces electoral, tiñe de anormalidad acercarnos a la normalidad, otorga la condición de extraordinario al rescate de porciones de la legalidad ordinaria. Oposición y autonomías piden medidas alternativas a solo diecinueve días de la finalización del estado de alarma, protagonizando un enredo (y ruido, mucho ruido) con un final tan frustrante como inevitable, porque los plazos confirman que no se está a tiempo de contar con una alternativa para el diez de mayo -qué decir del lío judicial al que se volverá en las distintas comunidades-. Hemos visto cosas que jamás habríamos imaginado. Hemos visto a Bildu y a los independentistas catalanes considerando prematuro que se dé por finalizada una situación legal que otorga al Gobierno de España poderes tan brutales como inéditos. Hemos visto a un lehendakari reclamar un alargamiento de las capacidades excepcionales de la estructura estatal. Hemos visto unos comicios en Madrid, comunidad más sobrevenida que histórica, elevados a la categoría de elecciones primarias. Hemos visto cosas durante estos meses atípicos, raros, pero nos quedaba ver a partidos y autonomías suplicando que los poderes del Estado no les devuelvan el control de la situación. Hemos visto atacar naves en llamas más allá de Orión, rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Hemos visto a Ayuso pidiendo libertad, y a Sánchez evitando el error electoral de anunciar una prórroga del estado de alarma que recorta esas libertades, porque sabe el presidente que si cae en la trampa que Casado está patrocinando lo inmediato sería escuchar a Ayuso acusando a Sánchez de liberticida para, acto seguido, incendiarle Orión.

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