Me colé -y me echaron-en el palco de autoridades del Estadio Olímpico de Roma el día del partido del Tenerife contra el Lazio (me niego a decir “la” Lazio). Creo que aquel partido lo ganó el Lazio 1-0 y que el Tete venció en el Rodríguez López por 5-3. ¿Fue allá por 1996, quizá? Pero al margen de los resultados y de las fechas, que ya no interesan, recuerdo que cuando los seguritas se dieron cuenta de que yo no pintaba nada allí, acompañando a mi amigo Javier Pérez, presidente del club, me enviaron a la zona del estadio ocupada por los hinchas del Tete que habíamos viajado a Roma, entre ellos Elfidio Alonso, Paco Medina y un montón de gente más. Fue tal la exhibición de Felipe Miñambres en el centro del campo que los aficionados italianos se acercaban a nosotros para preguntarnos su edad. En aquella época, Felipe tenía más de treinta años, pero hizo un partido magistral. Fue un jugador histórico del Tenerife. Ahora ha sido justa y tardíamente condecorado por el Ayuntamiento de Santa Cruz, pero más vale tarde que nunca. Se merece el homenaje de la afición tinerfeña y de la ciudad que alberga al principal club de la Isla. Ahora, con las medidas de la COVID, se le ha entregado la medalla de la ciudad al Mérito Deportivo, en un acto íntimo. Lo escuché por la radio el otro día. No oculta su amor por Santa Cruz y por este club, en el que jugó tantos partidos y al que le dio tantos triunfos. Me alegro muchísimo de que, por fin, se le haya entregado tan merecido reconocimiento que estoy seguro va a ocupar sitio principal en su pared de los trofeos apreciados. Felipe es leyenda para nosotros. Ha seguido cosechando triunfos en el fútbol, ahora en los despachos. Le deseo a este tinerfeño de adopción (nació en Astorga) todos los éxitos que se merece.