Las posguerras acostumbran a llegar con un pan bajo el brazo. La envergadura del destrozo ocasionado durante los conflictos suele abrir la puerta a periodos de expansión, crecimiento y oportunidades, años locos, tiempos dorados, sí, pero solo para quienes hayan sobrevivido a la guerra o, de regreso al presente, a esta pandemia. En apenas unos meses (cinco o seis, no más) alcanzaremos la inmunidad de grupo. Será, entonces sí, el pistoletazo que marque el final del mal recuerdo de este último año, y el comienzo de un periodo cargado de razones para creer en la recuperación económica, y anímica. La inmunidad de rebaño nos devolverá, con o sin mascarillas, a la mayoría de edad, a la libertad sin condiciones, la movilidad, a la siguiente normalidad, a la vida. Hay quienes auguran unos felices años 20, festejos, ganas acumuladas, brindis, bailes, música. Y así será. Celebraremos, y de qué manera, ir dejando atrás el estado de excepción donde nos ha retenido la pandemia. ¿Y luego, qué? No hay exceso sin resaca. Esta vez no será una excepción. Cuando las saturnales abran paso a la siguiente realidad, al día a día del día después, habrá que tirar de coraje, paciencia, economía y política para convivir con el paisaje de la resaca, con las incertidumbres confesadas por distintos analistas que no se ponen de acuerdo sobre cuándo saldremos de ésta, de las persianas bajadas, de locales vacíos y oficinas del paro llenas. La tradición optimista del BBVA augura que Canarias se recuperará con ímpetu, alcanzando en 2022 el PIB de 2019. También en el Gobierno apuestan por una recuperación rápida, de entre seis y nueve puntos de aquí a final de año. El expresidente del Consejo Económico y Social, José Luis Rivero, considera que la economía de las Islas tardará cuatro o cinco años en recuperar las cifras anteriores a la pandemia, con lo que tendríamos que esperar a 2025 para salir del hoyo. Según otros análisis, parámetros como los impagos y el consumo —o la venta de coches, entre otros— situarán a las Islas cuando finalicen los ERTE (el Banco de España calcula que solo cuatro de cada diez afectados volverán a su puesto, y en Canarias hay 85.000 casos) sobre un volcán que rondará los 300.000 desempleados, con miles de empresas en el fondo del mar porque el barco de rescate no les llegó a tiempo. Las celebraciones del día después están cerca. Las ganas de hacer cosas, de vivir, empaparán los datos económicos, y asomarán grandísimas oportunidades; pero habrá que gestionar la resaca, porque 2022 no será un año fácil para quienes hayan cerrado la empresa o perdido el empleo en el transcurso de la guerra que nos ha tocado.