Han recordado en las redes que García Márquez pronunció una frase magistral sobre la edad provecta: “El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. Lo recordó uno de los grandes estudiosos de la obra del autor, el profesor Juan-Manuel García Ramos, que ha dedicado gran parte de su vida académica a analizar la trayectoria del gran escritor de Aracataca. Es cierto lo que dijo el Nobel de Literatura, cuya desaparición, el 17 de abril de 2014, fue un durísimo golpe para las letras. Un pacto honrado con la soledad es el que tenemos los jubiletas con cierta dignidad y este pacto incluye muchos libros, la mínima televisión indispensable, algún paseo sano y poco más, ya que el resto entraría en el terreno del ridículo, a no ser que uno esté en condiciones de investigar con lucidez, como ocurre algunas veces. Hay jubiletas que no lo son nunca del todo, sino que arrastran su actividad hasta dar el toletazo y estos son dignos de admirar, aunque existan otros, gandules inmisericordes, que se pasan el día yendo a comprar el pan y levantando las tapas de los calderos en la cocina, con gran cabreo de sus mujeres, que son las que realmente trabajan. Y mirando el fondo de las obras, cada vez menos numerosas, a través del agujero de la tela verde que acota los solares. Estos últimos son los llamados jubiletas patéticos, todo el día con una bolsita de Mercadona en la mano, arrastrando los pies y dando la paliza al prójimo en las esquinas con asuntos de conversación inocuos. Yo reivindico para los de mi edad el pacto honrado de la vejez y hasta la cana al aire, aunque ésta no siempre sea posible por razones fisiológicas. La cana al aire es otro síntoma de rebelión contra la soledad.