Se puso a trabajar de camarera al quedarse embarazada con 17 años de su hija mayor, que ahora tiene nueve. Cuando llegó el pequeño, de dos años en la actualidad, ya estaba separada y el salario no daba para todo, así que aceptó en 2019 entrar en una vivienda de Santa María del Mar de la que el anterior morador, una persona de su entorno, le entregó la llave. Ahora, un fondo buitre llamado Gramina Homes reclama la propiedad del piso, un tercero de la calle Columbrete, en Santa María del Mar (Santa Cruz de Tenerife). El próximo martes se consumará el desahucio de esta madre de 27 años de edad y de sus dos hijos, la niña de nueve y el pequeño de tan solo dos. Se llama Tamara y es otra de las víctimas de una lacra que fustiga a cada vez más y más canarios: la imposibilidad real de poder costearse un techo bajo el que cobijar a los suyos.
Nacida en este popular barrio santacrucero en 1994, pronto se percibe que a Tamara no le faltan arrestos para hacer frente a los reveses de la vida, por insuperables que parezcan. Logró sacar adelante a su hija mayor con su trabajo como camarera, a pesar de sufrir algún abuso laboral (la despidieron por WhatsApp y no se le liquidó).
En ese momento, sin trabajo, con 300 euros de paro y recién llegado el pequeño, la joven ya no podía afrontar los gastos y entró en la vivienda de la calle Columbrete, y al poco encontró un nuevo empleo.
Pero todo cambió a peor con la pandemia. En marzo del año pasado, el confinamiento la devolvió a las filas de los desempleados y acabó como beneficiaria de la Prestación Canaria de Inserción, pero la pesadilla estaba empezando nada más.
“En plena pandemia me tocaron en la puerta para entregarme los papeles del desahucio y la verdad es que al principio creí que podría evitarlo”, rememora, antes de reconocer cómo convive con la amenaza de acabar en la calle junto a sus hijos. “Con el paso del tiempo, te ves con un pie dentro y con uno fuera, y hay días que lo llevas peor. Siempre he sido de salir adelante, pienso que todo hay que hacerlo uno, pero a veces es que no se puede. Ha sido un año terrible. Fue todo, el despido, la pandemia, el aviso del desahucio, los 300 euros de paro…”. Le motiva, claro, el bienestar de sus hijos, que “son lo más importante y tienen que seguir ajenos a estos problemas”.
Tamara también se acuerda del apoyo dado por los suyos. “El padre estuvo ahí, la familia, los amigos… No ya económicamente, sino que hasta psicológicamente me ayudan a mantenerme”, apunta.
El desahucio de esta joven y sus dos hijos tenía fecha para el pasado enero, pero “gracias a los Servicios Sociales del Ayuntamiento se paralizó, pero solo por tres meses”, un plazo que se cumple justo el próximo martes, y sin apenas esperanzas de otro aplazamiento.
Por el favor de un amigo y con el apoyo municipal, que le ayuda con el alquiler, Tamara y los dos menores tendrán un nuevo techo durante los próximos seis meses. Mientras ultima la mudanza, reflexiona: “He ganado tiempo, pero con lo que gane ahora, que me ha salido un contrato de tres horas, ¿quién me va a alquilar nada? Si te piden hasta avales”, se pregunta esta madre, que, a pesar de todo, sonríe y no se rinde: “¿Qué me queda? Seguir luchando”.