el charco hondo

30 de mayo

Según una teoría puede que escasamente científica (entre tantas que habitan en la nube), cuando en una reunión de trabajo, familiar o sobrevenida los peninsulares que participan del encuentro descubren que uno de los presentes es canario -por el acento, se sobreentiende- en el cerebro de los de allá se desencadenan unas descargas eléctricas más o menos calcadas en el hipocampo, la corteza prefrontal, la amígdala y otras áreas asociadas a las emociones. Si es que tal teoría tiene algo de fundamento, los recuerdos se forman en paralelo pero toman caminos distintos, de tal forma que, mientras la memoria de la corteza prefrontal se fortalece y la del hipocampo va debilitándose, los buenos recuerdos que el acento canario provoca en los peninsulares tienden a fundirse cuando empezamos a hablar. Atendiendo a esta línea más argumental que científica, cabe concluir que los canarios somos un buen recuerdo; posiblemente más cosas, pero ese buen recuerdo nos acompaña cual sombra. Cuando ahí fuera escuchan el acento de por acá, una serie de reacciones bastante químicas envían al cerebro del peninsular el buen recuerdo de los días que pasó aquí cuando la luna de miel, aquel viaje de fin de curso, aquella despedida de soltero, la boda del primo o el congreso de la empresa. Somos un buen recuerdo, inicialmente provocamos empatía solo con hablar; pero no por simpáticos o estupendos, sino porque el acento los transporta en el tiempo, resucitando emociones y alegrías vividas por aquí. Tirando del hilo, y yendo más allá con esta teoría escasamente científica, está bien ser un buen recuerdo, pero ahora nos toca (a los canarios) lograr que cuando lean, escuchen o vean en cualquier soporte o situación alguna propuesta, ventaja u oportunidad animándoles a apostar por estas Islas -ora en las redes, ora en los medios tradicionales- la corteza parietal, área que juega un papel crucial en la toma de decisiones, les dicte que Canarias además de un buen recuerdo es un buen plan, una buena inversión, una apuesta ganadora. A los canarios nos queda sacudirnos algunas torpezas, pero hemos logrado dejar atrás un buen montón de complejos; la ambición y la autoestima han dejado de avergonzarnos y, entre otros logros que nos han transportado a la mayoría de edad, ahora sabemos que somos capaces y sabemos cómo hacerlo. Somos un buen recuerdo que aspira a ser un buen plan. Hipocampo y prefrontal ya nos juegan al pie, de nosotros depende que la corteza parietal de los que se sientan en las mesas de decisión hable bien de las Islas cuando reciba el encargo de elegir entre distintas opciones.

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