el charco hondo

Chanquete no se muere el lunes

Salvo alguna cosa -que diría el expresidente, Mariano Rajoy- no parece probable que amanezcamos abrasados por los latigazos de llamaradas solares. Tampoco resulta creíble que al bajar de la cama nos ahoguemos en océanos de basalto o que salte por los aires el equilibrio del dióxido de carbono; y cabe descartar que durante las primeras horas del día, coincidiendo con los minutos en que suenan los despertadores, sedimentos piroclásticos u otros materiales -con nombres así de raros, o peores- bloqueen parcialmente la luz del sol, sumergiéndonos en un invierno sin final. Cuando el lunes despertemos a la vida sin estado de alarma, recuperando derechos y libertades que nos fueron confinados, no coincidiremos en el bar de abajo con una legión de sombras con guadañas, ni siquiera nos caerá encima el hielo derretido del antártico occidental. El lunes no es el fin del mundo, no estaría mal que algunos medios lo destaquen en titulares. Chanquete se muere el domingo, anunció una revista de televisión días antes de aquel fatídico día, en febrero de 1982. Chanquete no se muere el lunes, cabría destacarlo, dar la primicia de que cuando acabe el estado de alarma no vamos a desparecer engullidos por un agujero negro del espacio desconocido, ni seremos arrollados por hordas de descerebrados que, sin mascarilla, atacarán con lengüetazos, estornudos y golpes de tos a quienes vayan camino de la oficina. El lunes no se llenarán los estadios, no habrá barra libre en las discotecas. No habrá carnaval en la calle, ni baile de magos. Cuando al acabar este fin de semana termine el estado de alarma no empezarán los felices años 20, habrá que esperar unos meses más (tic, tac). El lunes daremos un paso necesario hacia la normalización de la vida, reencontrándonos con libertades y derechos básicos que nos han sido extirpados. Unas normas serán sustituidas por otras, unas restricciones por otras, y qué. Lejos de lloriquear las comunidades autónomas deben celebrar el regreso a la mayoría de edad, demostrar que saben hacerlo. Claro que no será fácil, y que unos problemas cederán el paso a los siguientes, pero hay que avanzar. Tenemos que aprender a convivir con la pandemia sin el estado de alarma -otra raya más para celebrar el año del tigre-. La preocupación se entiende, los augurios apocalípticos algo menos. A partir de la próxima semana tendremos que hilar fino, subir si cabe el listón de exigencia y responsabilidad individual; vale, de acuerdo, pero Chanquete no se muere el lunes.

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