Por Manuel Domínguez
No hay ningún cuerpo que pueda existir sin cabeza. Y no existe ningún país que funcione sin un liderazgo político que defina objetivos y que se comprometa en la solución de los problemas y esperanzas de la gente.
Desde hace muchos años, Tenerife vive en un estado de parálisis que necesita una sacudida enérgica. Un cambio que despierte a una sociedad dormida. Una esperanza colectiva que sea capaz de unir a todos en una serie de objetivos comunes.
No pretendo hacer juicios del pasado. Cada uno tendrá sus propias opiniones de quiénes son más o menos responsables de lo que ha pasado. Pero a lo que apunta la situación actual es a un fracaso colectivo y a una falta de liderazgo que nos perjudica a todos por igual. Pero llorar por la leche derramada no aporta ninguna solución porque lo que nos debe importar es el futuro. El pasado solo sirve de enseñanza para no cometer los mismos errores.
En esta isla no se avanza. El puerto de Fonsalía duerme el sueño de los justos. El gran aeropuerto turístico de Tenerife Sur con la nueva terminal que se merece esa infraestructura, no sale. El gran macro puerto de Granadilla se convirtió en una realidad que poco tiene que ver con el proyecto inicial. El transporte por carretera, la única alternativa que tiene la conectividad interior, sigue atascado en colas eternas, porque las grandes vías proyectadas no se han ejecutado y no se ha avanzado en esa vieja aspiración del tren que uniría el Norte con el Sur. Todo lo que se propone aquí acaba detenido, empantanado o atascado eternamente.
La última gran noticia es que nuestra isla no solo no tendrá una gran regasificadora, para la que existía una inversión prevista de más de doscientos millones en Granadilla, sino que ni siquiera se le permitirá tener instalaciones de gas licuado para abastecer el tráfico portuario. Y eso ya entra en la categoría de escándalo. Porque se trata de algo que roza el absurdo.
Los barcos que operen con puertos de la Unión Europea tendrán que utilizar obligatoriamente gas natural como combustible dentro de cuatro años. Dejar a Tenerife sin la posibilidad de suministrar ese combustible supone colocarnos fuera de las estrategias de captación de tráfico marítimo o de cruceros. Supone colocar a nuestra isla como elemento subordinado al puerto de La Luz de Las Palmas, que sí tendrá regasificadora, desde donde tendremos que traer las gabarras para hacer el bunkering en nuestros puertos. Supone un atentado a nuestra economía y a nuestra capacidad para competir.
Y todo esto está pasando ante el silencio cómplice y servil de gobernantes que, por lo visto, anteponen la disciplina y la obediencia a sus jefes en Gran Canaria a la defensa de los intereses de Tenerife.
Desde el Partido Popular de Tenerife decimos claramente ‘no’. De ninguna manera. Ya está bien y hasta aquí hemos llegado. La sociedad civil de Tenerife se tiene que despertar. Los trabajadores y las empresas tienen que tomar cartas en el asunto, porque lo que nos estamos jugando es nuestra prosperidad. Debe existir una respuesta enérgica que mande a los durmientes que están en política un mensaje inequívoco: defiendan los intereses de esta isla o váyanse de una vez.
Ya está bien de lamentos interminables. Ya está bien vivir dando explicaciones permanentes de por qué no se hace lo que se debe, perdidos siempre en un bosque de excusas oficiales. Hay que hacer más realidades y menos discursos. No podemos seguir perdiendo proyectos estratégicos que crearían trabajo y desarrollo. No podemos seguir congelados en la incapacidad para ejecutar inversiones y proyectos que son fundamentales para nuestra economía y nuestro desarrollo. Esta isla no camina y tenemos que ponerla en marcha de una vez.
(*) Presidente del Partido Popular de Tenerife