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El pene de Napoleón

A Napoleón Bonaparte le cortaron el pene, porque un perverso cura convenció para que lo hiciera al cirujano Francesco Antommarchi, que le practicó la autopsia en 1821. Hasta 1924 custodió el miembro la familia del cura, los Vignali, pero una saga norteamericana se hizo posteriormente con él, los Rosenbach, en una curiosa compraventa. En 1999, el pene de Napoleón fue subastado y la familia Lattimer, también americana, se lo apropió. Vaya trajín con el puto pene, que sólo mide 4 centímetros. Un urólogo ha asegurado que una enfermedad glandular del francés podría explicar la pequeñez de su miembro viril, aunque siempre se ha dicho que el tamaño no importa. Lo dicen los resignados, claro. Nada que ver con Pepe Botella, su hermano, que al parecer se asemejaba más a Nacho Vidal, de cintura para abajo. Lo cierto es que dos trozos del intestino de Napoleón, robados por los británicos -los ingleses siempre están robando cosas para sus museos-, fueron trasladados a algún lugar de Londres, pero desaparecieron tras un bombardeo, durante la Segunda Guerra Mundial. De donde se demuestra que las historias, y más las de guerra, ponen siempre las tripas en su sitio. A pesar de la presunta levedad, Josefina siempre se manifestó muy contenta con los juegos sexuales de Napoleón, aunque dicen los cronistas de la Corte francesa que ambos se ponían los cuernos con una alegría inconfesable. Lo cual habla de que, con lo poco que tenía, Napoleón era un genio en el lecho. Todo esto se ha sabido ahora, cuando algún curioso ha seguido el rastro del aparato, cuyo paradero exacto no se conoce con certeza, pues dicen que los Lattimer entregaron en subasta otras reliquias mortuorias, pero que se guardaron la miniatura. La autopsia no revela datos del tamaño de la lengua del primer cónsul de la República Francesa, medida que podría explicar muchas cosas.

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