En qué momento, cuándo pasó. Qué fue, por qué. En algún episodio tu vida se torció, y ensució, el hijo, amigo o hermano que hubo volcó, al fondo del mar se fueron los sentimientos que sí merecen la pena, y ahí abajo, en la oscuridad más absoluta, se desintegró tu capacidad de querer, la empatía, lo que te hizo bueno o buena, la comprensión de la piel de otros, las miradas ajenas o las lágrimas de los que te rodean, el dolor de terceros, la vida. En qué momento se pudrió el niño que fuiste, aquel que abrazó y se dejó abrazar, quien confiaba, el chiquillo que se agitaba al verla pasar o jugar en el patio del colegio. Cuándo se descompuso la niña que dibujaba corazones en clase de matemáticas. Qué fue. Por qué dejaste de entender, qué ocurrió, qué te secó y disecó, qué día o año te envolvió en rabia, cuándo fue que el odio arrasó tu capacidad de conmoverte con la humanidad de los abrazos, con las lágrimas, el fracaso, la bondad o la desesperanza que hicieron tan posible como inevitable o necesario -imprescindible- el abrazo de una voluntaria de la Cruz Roja a uno de los migrantes que, desesperado y rendido, días atrás se derrumbó al llegar a Ceuta. Qué veneno te desdibujó, en qué momento se jodió tu vida, por qué dejaste de ser persona, qué hace falta, cuánta maldad hay que acumular para reaccionar con desprecio y desconfianza a la imagen de Luna consolando al inmigrante. Cuánta miseria debe circular por las venas para, no conformándote con ridiculizar o ensuciar ese abrazo escupiendo frases polvorientas sobre la barra de la cafetería, tomarte la molestia de escribir y enviar a las redes sociales insultos o amenazas sacados del contenedor de tu monumental fracaso como hijo, padre, hermano, compañero de oficina, amigo o pareja, en definitiva, del cajón donde se descomponen las sinrazones de tu defunción como persona. En qué momento la crueldad, el odio o quizá el miedo arrasaron con lo bueno de ti, convirtiéndote en el miserable que amenaza en las redes a Luna, una chica de Móstoles, estudiante, veinte años, a quien la crisis de Ceuta pilló haciendo las prácticas de un grado en Integración Social. Hay tantas lunas como voluntarios abrazando con su esfuerzo a los que llegan o intentan llegar, lunas crecientes atacadas y acosadas en las redes sociales por lunas tan menguantes como tú. Hay que ser muy cobarde (muy mierda) para dar el paso de insultarla en las redes. En qué momento murió la persona que fuiste. Hay que estar destruido para que te molesten o acojonen los abrazos, las lágrimas o la humanidad. Una campaña de reconocimiento a la voluntaria está contrarrestando los insultos que recibe. Gracias, Luna.
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