conversaciones en los limoneros

Jorge Viciana Maya, cirujano veterinario: “Para muchos de mis clientes la vida de sus animales es como su propia vida”

Se convirtió en uno de los cirujanos veterinarios más reconocidos de Canarias y en director y propietario de una clínica que está entre las principales de la Isla de Tenerife: la Clínica María Jiménez
El periodista Andrés Chaves y el cirujano veterinario Jorge Viciana Maya. Foto: Fran Pallero
El periodista Andrés Chaves y el cirujano veterinario Jorge Viciana Maya. Foto: Fran Pallero

Se empeñaron en su familia en que Jorge Viciana Maya (Las Palmas, 1973) fuera médico, como lo había sido su abuelo y como lo es su hermano y lo son varios de sus tíos y primos, e incluso se matriculó en la Facultad de Medicina, pero no; lo suyo eran los animales. Y, miren por dónde, andando el tiempo se convirtió en uno de los cirujanos veterinarios más reconocidos de Canarias y en director y propietario de una clínica que está entre las principales de la Isla de Tenerife: la Clínica María Jiménez. Licenciado en Veterinaria por la Facultad de Córdoba, una de las primeras y de las más prestigiosas de España, es Máster en Traumatología y Neurocirugía por la Universidad Complutense (un máster europeo sumamente exclusivo que se imparte sólo para una decena de alumnos) y, antes, siguió diversas especializaciones en el Royal College de Londres y en la universidad alemana de Hannover. No le impide nada de esto practicar el surf y dedicarse, cuando puede, a su pasión más conocida: la mar, en compañía de su esposa belga y de sus dos preciosas niñas. He hablado con Jorge en Los Limoneros como hablan dos amigos, distendidamente, a veces de la pasión común que compartimos: los animales, a veces de la vida en general. Ni siquiera se enfada cuando le advierto que su procedencia -Las Palmas- es un mal menor. Pero lo cierto es que vino con su familia a Tenerife desde los cinco años y es más chicharrero que nadie. Recuerda con emoción el día que conoció a su mujer, que llegó nadando a su barco en compañía de una amiga: “Enseguida supe que iba a ser la madre de mis hijos”, asegura. Y así fue. Buen ojo clínico.


-Ya eres todo un veterano. Supongo que esta profesión no tiene secretos para ti.
“No creas, siempre los hay. Lo que pasa es que cuando uno trabaja en equipo y tiene otros profesionales a quienes consultar las cosas parecen más fáciles. Ya llevo veinte años ejerciendo, doce de ellos en la clínica María Jiménez”.


-Uno siempre tiene un referente, un maestro. ¿Quién es el tuyo?
“Sin lugar a dudas, Alejandro Artiles, director del hospital Los Tarahales, en Las Palmas, con el que trabaja un montón de compañeros de todas las especialidades veterinarias”.


-Por eso te iba a preguntar, por la especialización. Cada vez se hace más necesaria, como en la medicina para humanos.
“Por supuesto. Yo estudié en Córdoba. Allí vi, por ejemplo, a muchos caballos enfermos y los traté con mis compañeros. Pero no me pidas ahora que diagnostique, explore o intervenga a un caballo, porque no sería justo, no estoy al día. No es mi especialidad”.


-¿Es parecida la cirugía veterinaria a la que se practica con las personas?
“En muchísimos aspectos, sí, con sus peculiaridades, por supuesto”.


-Y ahora te pregunto por la complicación. ¿Cuál es la intervención más complicada, por ejemplo, en un perro?
“Por muy sencillas que parezcan, todas las cirugías tienen sus riesgos y la complicación dura hasta que despertamos a la mascota, ya sea un perro u otro animal intervenido. No hay que confiarse”.


-Jorge, ¿es cierto que el nivel cultural de un pueblo se mide por el amor que se le tiene a los animales?
“Completamente cierto. Un pueblo civilizado cumple con los derechos de los animales, que son muy parecidos a los de las personas. Son criaturas vivas que dependen de nosotros y que necesitan ser respetados al máximo. Cada vez hay más hoteles y restaurantes que admiten las mascotas de sus huéspedes, que deben ser cuidadosos tomando todas las medidas preceptivas y necesarias de higiene, por supuesto”.


-Por cierto, tú eres un maniático de la higiene. Tu clínica huele a rosas.
“No sé si a rosas, pero es verdad que en ella se respira muy bien, está ventilada, funcionan a la perfección las medidas profilácticas y huele bien. Y más en estos tiempos de pandemia”.


(Le comento lo de la clínica porque la conozco bien. Jorge Viciana ha operados dos veces, con éxito, a mi perra Mini. Una, la extirpación de parte de la pata trasera derecha a causa de un tumor agresivo, del que se ha recuperado muy bien por el momento; dos, como consecuencia de una piómetra (infección uterina con intervención urgente). Cuando entro en esa clínica yo me siento seguro. Supongo que Mini también, a pesar de sus recelos).


-¿Es verdad que los animales son más agradecidos que las personas?
“No sé si más, pero los animales te lo agradecen todo, cualquier gesto, cualquier atención, cualquier premio. Y tienen mucha memoria, más de la que te imaginas”.


-¿El Loro Parque es un ejemplo de atención y de respeto a los animales?
“Yo trabajé un tiempo, cuatro meses, para el Loro Parque; y te puedo decir que sí, categóricamente. Aquello empezó con cuatro loros patinando sobre una mesa y mira en lo que se ha convertido. Y el cuidado de las especies es enorme. Algunas de ellas no pueden vivir enjauladas y se les ha creado un hábitat en el cual viven felices, sin preocuparse de ningún peligro. Y esto lo agradece mucho la gente que ama a los animales. Además, los cuidados que reciben los habitantes del parque son excepcionales”.


-¿Es complicada la relación de un veterinario con los dueños de sus ‘clientes’?
“Bueno, en ocasiones es alegre y en otras no tanto, claro. Es preciso tener en cuenta que para muchas personas sus mascotas son parte de su vida; para otras son toda su vida. Y los momentos emocionales los viven juntos. Por eso se dice que los perros, por ejemplo, se parecen a sus dueños. O los dueños a los perros, como quieras, porque a veces no se sabe bien quién pasea a quién. Somos iguales a nuestros perros, lo que pasa es que ellos tienen cuatro patas”.


-Jorge, el quirófano de tu clínica no tiene nada que envidiar al de un hospital para la gente. Es como una nave espacial.
“Mi hermano, que es médico anestesista, la primera vez que lo vio se quedó acojonado. “¡Pero si esto no lo tengo yo en el hospital!”, me decía. Sí, hemos avanzado mucho, hemos invertido mucho y esto va en beneficio de los animalitos intervenidos”.


-Además, han conseguido ustedes, los profesionales, que casi toda la cirugía que practican sea ahora ambulatoria.
“Sí, casi toda, es verdad. Con buenas atenciones en casa y la medicación adecuada se llevan muy bien los posoperatorios”.


-Ya me dijiste que no hay cirugías fáciles, ¿pero cuál es la más complicada?
“Existe un abanico de ellas. Ya te dije que mi referencia profesional es Alejandro Artiles, a quien llamamos el jefe. Es licenciado por Córdoba y realizó su postgrado en el European School Advance Veterinary Studies de la Universidad de Berna (Suiza). Con este auténtico gurú de la ciencia, que pertenece a las más prestigiosas sociedades científicas europeas de su especialidad, he practicado intervenciones muy complicadas a perros en columna y en afecciones neurológicas. También en hidrocefalia, con instalación de válvulas que liberan líquidos y alivian al animal enfermo. La cirugía es mi auténtica pasión”.


-¿Existe un buen nivel veterinario en Canarias?
“Sí, si lo hay. Y si tomamos lo que te he dicho como referencia lo entenderás mejor. Yo cuando me especialicé, me di cuenta. Tengo compañeros que realizan una excelente cirugía en sus diferentes centros de trabajo”.

-En tu clínica también se tiende a la especialización.

“Por supuesto. Nosotros ahora somos bastantes compañeros trabajando en el centro. Los más complicados de tratar son los animales exóticos y tenemos una excelente especialista en ellos. Lo mismo para los problemas de piel. O en oftalmología. Ya te digo que cada vez se tiende más a la especialización”.


-¿Tú crees que hay animales que deberían estar en libertad, no encerrados en una casa ni paseándolos sus propietarios atados a una cadena porque pueden ser peligrosos?
“Vamos a ver, me parece absurdo que un mono viva en una casa de familia, por ejemplo. Además, para tratarlos es casi imposible, a causa de la inquietud que manifiestan, de su nerviosismo y de su agresividad. Efectivamente, es bueno racionalizar el tema de las mascotas y algunos animales tienen que vivir en su hábitat, en su ambiente, y no entre cuatro paredes”.


(No hay más que ver cómo trata Jorge a mi perra para saber el cariño que siente hacia estas criaturas. La ha operado dos veces y la perrita parece no guardarle el más mínimo rencor. Al contrario. Y es un espectáculo sentir el afecto hacia ella del personal de su clínica. Por cierto, lamenté mucho el fallecimiento de Negrita, la perrita de la ayudante de quirófano de Jorge Viciana, que murió a consecuencia de una enfermedad renal, con muchos años encima. Negrita tenía que ver con todos los clientes, en sus paseos por los pasillos de la clínica. Lo siento, Marta. Me imagino lo que estos profesionales tienen que sufrir cuando han de practicar la eutanasia a un animal, debe ser terrible. Pero todo con tal de que no sufra, porque el sufrimiento puede ser aún más terrible).


-Prácticamente no descansas. De lunes a sábado, sin parar. ¿Aguantas?
“Bueno, yo sí, porque es mi pasión. Pero espero que no me pase factura familiar. Mi mujer es muy comprensiva y sabe que tenemos que sacar adelante el proyecto profesional, pero a veces me paso demasiadas horas en la clínica, bien en el quirófano, bien en la consulta. Porque no quiero que mis clientes se queden sin la atención de su veterinario. Esto no es como una tienda que vende neumáticos, sino una institución que salva vidas, que trabaja con muchas emociones no sólo de los animales, sino de sus dueños. A veces es muy duro el ejercicio de la veterinaria”.


-¿Qué echas de menos, en cuanto a técnicas de diagnóstico?
“Tengo algunos proyectos a ese respecto, que de momento voy a ser cauto en exponer, pero que tienen que ver con resonancias y escáneres para un mejor diagnóstico. La ciencia ha avanzado mucho en estas técnicas, que son las mismas, o muy parecidas, a las que se usan en la medicina para humanos. Veremos a ver qué sale”.


(Hemos seguido hablando, largo y tendido. Yo me tomo un whisky como colofón y entra el fresquito en Guamasa, casi al aire libre (hay un toldo) en el comedor exterior de Los Limoneros. Cuando les digo a los camareros que Jorge es quien ha intervenido dos veces a Mini –cliente habitual del restaurante y gran gourmet de su jamón-, algunos se quieren hacer fotos con él. Hemos seguido hablando, esta vez de la mar y de los barcos. Jorge es patrón de su propia embarcación, que saca cuando puede. Me ha invitado a dar una vuelta con su familia en el barco y acepto, encantado. Para los que tienen animales, contar con profesionales como él significa una auténtica bendición. Está uno mucho más tranquilo. Cada tres meses revisa a Mini y yo espero seguir teniendo suerte, como hasta ahora. “Nadie se puede imaginar”, me dice, “lo que uno vive, en todos los sentidos, en una clínica veterinaria”. Y yo me lo imagino. Pero están –Mini y el resto- en buenas manos).

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