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Pongamos que hablo de Madrid

Le robo el título al gran Sabina. Todo el mundo que viene de Madrid me dice que la capital está radiante. Que parece haberse quitado un peso de encima. Que tanto Almeida como Ayuso han obrado el milagro y que la capital española es ahora la envidia de Europa: todo normal, alegría en las calles, bares y comercios abiertos y sensibilidad con la pandemia. Los contagios han bajado muchísimo y la gente ha perdido el miedo, aunque no parece descuidada. Ha tenido suerte Madrid, porque además puede liderar el cambio en España. Yo no quiero hablar de política, pero sí de moderación. Todavía no han aprendido los partidos que la política no casa en este país con el insulto, ni con el extremismo. Esto, afortunadamente, no es Venezuela. Es Europa. Y Europa por lo que está es por la educación, la moderación y el fair play. Una chica corriente, inteligente y osada, como Isabel Díaz Ayuso, se ha sabido rodear de la gente apropiada para humillar a sus rivales, sin que de su boca haya salido una palabra más alta que la otra. Y un hombre tan formado jurídicamente como Almeida no quiere oír hablar de la disputa del liderazgo autonómico a su compañera. Es más, la admira, la apoya y la ayuda. Es una nueva derecha, que la izquierda ha subestimado; y ha perdido. Dicen que la ciudad de Madrid está estupenda para irse a pasar una temporada y yo voy a aprovechar que unos amigos me han invitado, para finales de mayo, a estar unos días en Madrid, a donde no voy hace por lo menos cuatro años, o así, al menos sin limitar mi estancia a una escala fugaz. Estoy leyendo la última obra de Andrés Trapiello, una maravillosa guía del Madrid histórico, una obra llena de erudición y de información. Así iré hasta allí todavía más contento e informado.

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