Qué cabrones, me dice (así, sin preámbulos, retomando el bucle epistolar que ambos dimos por finalizado hace algunos meses). No sé a qué te refieres; por cierto, no esperes que te diga que me alegro de saber de ti -le espeté-. Digo que este último sábado, aquí, en las Islas, la jugada les salió redonda -me apunta, jugando a las adivinanzas-. Mejor vete al grano, dispara de una vez -le insisto, cortante, disimulando mal las pocas ganas de continuar y temiéndome que su reaparición, a golpe de mensajes, sea para contarme que catorce meses después me ha cazado-. No te he cazado, dice. ¿Cómo sabes lo que estoy pensando?, pregunto. Leo los pensamientos, y los periódicos, escucho la radio, veo la tele, en fin, cómo voy a perdérmelo si continúan abriendo conmigo los informativos, qué raros son, no sé qué utilidad le ven a empezar programas o boletines con mi estadística -me replica, extendiéndose-. Ya ves, en eso coincidimos -admito-. Pero, lo que te decía, qué cabrones, el sábado me dejaron sin botellón. Se hicieron un lío jurídico, sí, pero la jugada les salió redonda en Canarias. Contaron que continuaba el toque de queda, la gente se lo creyó y se ahorraron los botellones y el atracón que me di el sábado en algunas calles del país, en pocas, debo decirlo. Toque de queda sin toque de queda, olé, qué cracs -remató, acompañando este último mensaje con la gitana del whatsapp-. Ahí no te quito la razón, bienvenido sea ese error de interpretación -le digo- porque la consecuencia ha sido que el primer sábado sin toque de queda transcurrió en las Islas sin sobresaltos ni disparates. Hoy viernes, y mañana, será otra cosa porque ahora la gente sí es consciente de que no hay límite horario, vale, de acuerdo, pero nuestra primera vez, aquí, en Canarias, llega precedida por la campaña pedagógica que provocó lo de las celebraciones en Madrid, Barcelona u otras ciudades -continúo, y yo preguntándome por qué sigo con la conversación-. Este fin de semana habrá algunos botellones, pero ya no será como en la península -añado-. Qué cabrones, insiste. Eso ya lo dijiste, respondo. Me refiero a lo de ampliar la apertura de bares, restaurantes y terrazas, qué cabrones -reitera, mal hablado-. En casas o botellones me muevo como pez en el agua, otra cosa es la hostelería y restauración, ahí deben atenerse a las reglas y me cuesta más pillarlos, cuantas más horas estén ahí menos los tendré en casa y eso me va mal -confiesa-. Lo sé, siempre he creído que los espacios reglados son parte de la solución -respondo, dando por finalizada la conversación con el puto virus-. Sé que no te has vacunado, me escribe. Sé que lo sabes, respondo.
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