Las consecuencias sicológicas del aislamiento al que nos ha sometido la pandemia están todavía por ver. La reclusión domiciliaria, los cierres perimetrales, el toque de queda -ya extinto- sin duda que pasarán factura. Conste que yo he sido favorable a todos ellos porque había que atajar al virus y las medidas que se tomaron fueron -y todavía son- las apropiadas. Otra cosa es el ritmo de vacunación, muy lento, y la mala gestión de la crisis por parte del Gobierno de Madrid, no de las comunidades autónomas, que sí dieron la talla. ¿Y qué pasará ahora? Los tribunales están actuando de manera bastante uniforme, lo que no es una regla habitual en la Administración de Justicia en España. Pero nadie va a reparar de golpe las secuelas sicológicas y sociales de la pandemia, cuyas consecuencias van a extenderse en el tiempo. Espero que la gente que está tocada por estas secuelas no se hunda, que no se rinda. Todavía queda camino por recorrer antes de que la pandemia sea erradicada. Pasarán aún muchos meses, pero sólo con responsabilidad, sobre todo de los jóvenes, se conseguirá. Lo que ha ocurrido el último fin de semana en algunas ciudades españolas da idea de que la incultura y la irresponsabilidad priman en la juventud de este país. Comprendo que estén aburridos, pero no jueguen con la vida y con la muerte. Tras la pandemia, y aún estamos inmersos en ella, queda un enorme tramo de curación sicológica. No será fácil la remontada, porque estamos muy tocados por todas las circunstancias que he enumerado. Pasarán meses, quizás años, antes de que los efectos de este horrible castigo sean eliminados. No juguemos con el covid 19, que ha sido y es terrible para la Humanidad. Y que no conoce de edades a la hora de utilizar su zarpa mortal.