Veintinueve segundos es mucho o poco, depende. Así, a bote pronto, parece un espacio temporal claramente insuficiente para pedir al presidente de los Estados Unidos que eche una mano con Marruecos, explicarle nuestras prioridades comerciales y arancelarias o preguntar a Joe Biden si pudo ver el partido de la selección contra Suecia. Veintinueve segundos no dan para elevar a la categoría de reunión (o cumbre) lo que a todas luces no pasó del qué tal, hola. El episodio se acercó a la familiar escena de almuerzos o cenas con amigos. Voy al baño. Te acompaño. Poco más. Fin. Con todo, el patinazo de los asesores de Pedro Sánchez debe situarse en el calculo de las expectativas, fue ahí donde pincharon. Si sitúas el listón en la estratosfera e inflas el globo innecesariamente, cualquier escena que no encaje en la expectativa que has generado está condenada a la caricatura, al chiste y el cachondeo de chocolate con churros. En la escena internacional solo deben anunciarse alunizajes si estás en condiciones de pisar la luna, y no fue el caso. Pudo hacerse de otra manera. Si los fontaneros de Moncloa hubieran sacado de la agenda la referencia a Biden —dejándolo fuera del guión del día— esos veintinueve segundos del presidente de Estados Unidos con Sánchez habrían llegado a la opinión pública valiendo su peso en oro, incrustando en la retina del espectador la idea e imagen de dos presidentes que, de tú a tú, como si tal cosa, fueron alegando de un lado al otro de la sala. En política, especialmente cuando se juega en las grandes ligas, los hechos deben mejorar a la expectativa, la realidad debe superar lo que cuenta la agenda, lo que finalmente pasa tiene que brillar con más fuerza de lo que se dijo que iba a pasar. Dependiendo de la expectativa que hayas desatado en los días u horas previas, veintinueve segundos pueden ridiculizarte o fortalecerte, dejarte a los pies de caballos y vampiros o trasladar la idea —si lo hubieran hecho de otra forma— de que el presidente se desenvuelve con soltura e idiomas en la escena internacional. Veintinueve segundos dan mucho de sí. Romper una relación, apartar dos botellas de Coca Cola, ponerse al día con el vecino del séptimo, hundir una concentración en Colón metiendo al rey en el lío, salir de casa sin mascarilla o perder las llaves, fallar un penalti, beberte la copa de más o que se te vea alegando con Joe Biden son cosas que pueden ocurrir en veinte segundos e incluso menos. El error no fue la duración, sino la expectativa.