No encontré guardias en Santa Cruz, qué bien. Debajo del puente de la piscina municipal han construido un hotel para indigentes. Es un buen sitio, teniendo en cuenta lo transitado del lugar. Y una buena visión para los turistas; de nivel. Las mantas las cuelgan los huéspedes de la valla de la piscina y la basura se amontona en el césped del hotel. Qué bien que uno sepa dónde van nuestros impuestos, tiene que estar contento el pueblo pagador. Lo que no inventa Santa Cruz no lo inventa nadie. Los aparcamientos están llenos, buena forma de poderío, se ve que la pandemia está pasando y que la gente vuelve al dinerito fresco. Se nota también en la autopista, donde los atascos ya se hacen legión; qué bonito, volvemos a los momentos de bonanza. Encargué una paella para dos en La Compostelana, ya de regreso al Puerto, y me soplaron más de 40 euros. Coño, qué cara se está poniendo la vida. La acompañé con una carne de fiesta para la noche, y ya casi fueron cincuenta. Está claro que para un jubileta la vida se está poniendo por las nubes. A cualquier sitio que voy, pido la bosa para el perro. No es para el perro, es para mí. Pero los ingleses inventaron la metáfora, para quedar bien. No hay nada más elegante que un inglés pobre. Los canarios pobres somos un desastre, nada chic, muy vulgares. Para ser pobre hay que ser inglés. Pasamos por una ola de calor, en la que hacen su agosto los lavaderos de coches. Ya lo decía Nijota, el polvillo se mete por donde quiera. La ola va a seguir, luego lloverá. Bendito verano.