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Conversación en el jardín

Cuenta Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez, en su libro Gabo y Mercedes: una despedida (Random House) que la secretaria de su padre le contó que una tarde, cuando estaba perdiendo la memoria, encontró al premio Nobel “solo, de pie, en medio del jardín, mirando a la distancia, perdido en sus pensamientos”. “¿Qué hace aquí afuera, don Gabriel?”, le preguntó ella. “Llorar”, contestó el escritor de Aracataca. “¿Llorar? Usted no está llorando”. “Sí lloro, pero sin lágrimas. ¿No te das cuenta de que tengo la cabeza vuelta mierda?”. Su mente ya no podía responder ni a los recuerdos ni a la realidad. El libro de uno de los dos hijos de García Márquez narra los últimos instantes de la muerte de sus padres. Se lee de un tirón, el relato es tierno y valiente. No quisieron sus hijos, puestos de acuerdo, hurtar al mundo lector los momentos dramáticos de la despedida, con muchos detalles íntimos. Toda una confesión sobre la desaparición de un genio de la literatura universal y de su ser más querido, su esposa, Mercedes Barcha. Los americanos conservan en Austin todo el legado de García Márquez y quizá un día se publiquen cosas suyas inéditas, aunque a él le aterraba que pasaran a manos extrañas escritos sin acabar. Por eso procuraba destruirlo todo, aunque su familia salvó de la quema muchas cosas que ahora están clasificadas y archivadas y que un día saldrán a la luz, sin duda. Incluso alguna novela no acabada, por lo que se intuye. El libro al que me refiero está pulcramente escrito y muy bien editado y será, por ahora, lo último sobre Gabo y su familia. Me ha causado tristeza saber lo que ocurrió en aquellos días en Ciudad de México. He leído todo lo de García Márquez, todo. Dice Rodrigo: “La muerte, cuando ronda así de cerca, rara vez decepciona”. Debe ser cierto.

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