El novelista austriaco Peter Handke publicó en el año 1970 una novela sumamente interesante: El miedo del portero al penalti. Cuenta la parcial historia de Josef Bloch. Un buen día ese hombre se vio arrinconado por haber sido despedido de la empresa en la que trabajaba. Se contempló entonces fuera del mundo. Al dejar de ser activo se suspendió la competitividad y la productividad. Ahora era un expulsado. En esa situación pidió apoyo a su exmujer. Ella andaba por otra senda y no le hizo caso. Primer alarido a la inestabilidad y a la soledad.
En semejante situación, la realidad se dibujó tal cual es. Descubre refugios para subsistir: el bar, las copas y el cine… Visita una sala de exhibición fija. Allí una taquillera. Se enrollan. Andado los meses ella le pide compromiso a Josef Bloch, lo invita a repetir la situación perdida. Bloch se niega, con una condición: matar a la mujer que pretendió fijarlo de nuevo al planeta. Lo cual remata la situación definitiva del personaje: no solo está fuera de lo existente sino que él mismo ha colaborado a confirmar su exclusión. Y ello determina lo que Bloch va a ser.
En primer lugar, un fugitivo; corre ante el castigo y la cárcel. Comienza el proceso de transformación, física para no ser reconocido y comunicativa, en tanto la lengua que conoce no le sirve para comunicarse con los seres que lo rodean; inventa un idioma propio, solo reconocido por él. Hombre/asesino en camino. Hacia la frontera que dividió a Europa en dos: el Este comunista y el Oeste capitalista, digno, capacitado, etc., etc., etc. Llega. Los muros y los espinos lo retienen. Ha de dejar atrás el perverso capitalismo. Se arriesga. Y cuando está a punto de dar el paso al lugar en el que será otro, distinto y desconocido, observa lo que ocurre en el campo de fútbol limítrofe: un árbitro ha pitado penalti. El portero se encuentra ante lo que se llama “la pena máxima”; el delantero ante la pelota para disparar. ¿Detendrá el portero el tiro?
En la pasada Eurocopa sucedió una cosa similar. Primero Inglaterra bien, después Italia mejor. Empate y penaltis. Fallos de unos y fallos de otros. El quinto definitivo, hacia la gloria por primera vez o de nuevo al fracaso. Bukayo Saka, un chico negro de diecinueve años lanzó y falló. Debieron fulminar Raheen Starling o Jack Grealish, por edad y por jerarquía. No fue. Así se pierde una final. No por el miedo del portero al penalti (Josef Bloch), por el miedo del tirador al arquero.
El miedo del portero al penalti
El novelista austriaco Peter Handke publicó en el año 1970 una novela sumamente interesante: El miedo del portero al penalti