Los sesgos cognitivos, atajos que coge el cerebro para tomar decisiones exprés, provocan con frecuencia errores irracionales. Daniel Kahneman -premio Nobel de Economía- ha acumulado un sinfín de experimentos que conducen a que, efectivamente, la intuición poco trabajada no acostumbra a ser una buena compañera de viaje, qué decir en política. Alguien que está al volante, pilotando a un partido -al PP, por ejemplo- no suele tirarse a la piscina a solas; al revés, salvo raras excepciones las decisiones orgánicas y estratégicas son el resultado de un proceso conjunto. Pecados corales, por lo tanto. Cuando la intuición goza de buena salud, a la velocidad y los reflejos se une una facilidad extraordinaria para identificar los intereses y prioridades que están en juego, conectando hechos aparentemente ajenos para pintar en el mapa un río y construir el puente que lo cruce. Quien dirige una formación política -el PP, pongamos- no debe distraerse con elementos que lo alejen de la realidad, de los problemas, las pesadillas o las urgencias de quienes en las urnas pueden dar o quitar mayorías, devolverte a posiciones de gobierno o prorrogar tu travesía del desierto en la oposición. Distraerse o elegir mal la bandera discursiva, rebajando el relato a la condición de monólogo sobre un asunto que no está en lo alto de la agenda de la gente de a pie, te sitúa en el área de servicio de la realidad, ajeno a lo que realmente ocurre en la carretera de los días. Casado se equivoca metiendo a su partido en el armario de los indultos. Se ha bajado del tren de la transversalidad que encumbró a Ayuso para, cediendo terreno electoral, renunciando a crecer más allá de la derecha de Colón, despilfarrar energías y telediarios con indultos que no figuran en el catálogo de lo que preocupa a las generaciones de la pandemia. El país está a otra cosa. Está con la cabeza en las pensiones, los expedientes de regulación de empleo, los hoteles vacíos, los locales en venta o alquiler, las ayudas que no terminan de llegar o los contagios que no acaban de irse, al paro o a la presión asistencial, a la crisis económica y a las heridas sociales o mentales que estos meses nos han dejado, a muchísimas cosas que sitúan los indultos en la periferia de las migrañas diarias. La intuición está jugándosela a Casado, al PP. El indultismo no tiene pegada más allá de la derecha que siempre se reúne doblando la esquina a la derecha. El PP se ha creído el espejismo del adelanto electoral, y no, el país está a otra cosa.