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La agenda de Sánchez

Uno de los escenarios más importantes –y menos analizados- del reciente cambio de ministros –que no de políticas- es el cese de Miquel Iceta en Política Territorial y su pase al limbo trivial de Cultura. Es un escenario que hay que analizar conjuntamente con el cambio en Justicia, y de todo ello se deduce lo que ya era previsible: se trata de Ministerios clave en la negociación con el independentismo catalán, y Pedro Sánchez ha nombrado a personas bien vistas por los que le sostienen en el poder y personas que no le hacen sombra como líder supremo de la negociación. La agenda gubernamental de Sánchez se la escriben entre Podemos y Cataluña. El efecto colateral es la evidencia de que Iceta no cuenta con la confianza de los independentistas, y su cese fue uno de los pactos secretos que presidieron la crisis de Gobierno. La incógnita es saber si Salvador Illa también está amortizado en el escenario catalán y en el partido. Por si no quedaba claro, la nueva titular de Política Territorial será, además, la nueva portavoz del Gobierno.

Fiel a su estilo, el presidente ha borrado de su agenda al virus, se ha desentendido de la lucha contra la pandemia, que no da votos, y la ha traspasado a unas Comunidades que no cuentan con los medios legales adecuados para adoptar las medidas necesarias, y que se están encontrando con la –discutible- oposición e incomprensión de sus Tribunales Superiores, entre ellos el canario. Y este abandono de los Gobiernos autonómicos a su suerte tiene lugar cuando arrecia la quinta ola de la pandemia, y la llamada variante delta está contagiando y enviando al hospital a personas ya vacunadas con las dos dosis. En particular, este último hecho es especialmente alarmante, porque demuestra la falacia de hacer sinónimos persona vacunada y persona inmunizada y de hablar de inmunidad de rebaño –qué término tan apropiado-. Todo ello presidido por una ministra de Sanidad que, no menos fiel a su estilo, está sobrevolando su Ministerio sin romperlo ni mancharlo, como ha hecho siempre con sus –numerosos- cargos anteriores.

Mientras tanto, Sánchez viaja a Estados Unidos, en donde no se entrevistará ni con Joe Biden ni ningún miembro del Gobierno y la Administración de los Estados Unidos, como han hecho muy recientemente Angela Merkel y otros dirigentes europeos. Su agenda norteamericana está en blanco. Es curiosa la fijación de la izquierda española con el presidente norteamericano, un católico de misa dominical que comparte, con la absoluta totalidad de los políticos de su país, un profundo anticomunismo. Su mérito parece residir en haber sustituido a Donald Trump. El presidente español ni siquiera visitará Washington, en donde demasiados pasos le siguen separando de la Casa Blanca. ¡Lo que daría Pedro Sánchez por una foto con Joe Biden, aunque fuera en las Azores!

Con la complicidad de Nadia Calviño, que intenta detener disparates como la derogación de la reforma laboral y el aumento del salario mínimo, y la coartada de fantasiosas recuperaciones económicas, es decir, de más impuestos a la clase media, el presidente se dispone a repartir los fondos europeos a los que se porten bien. Y los empresarios de la CEOE ya le han asegurado que serán buenos y que le parecen muy bien los indultos a los políticos catalanes. Incluso su presidente ha llorado un poco.

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