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Tiempo raro

Estamos en ese tiempo en el que no se sabe bien si ha entrado el verano o el otoño ha sido prolongado. Tengo un amigo que traía ropa para vender y me dice que a él lo arruino el clima de Canarias, porque aquí nunca se sabe qué tiempo va a hacer. Y tiene razón, por eso los tenderos inventaron aquello de la “moda de entretiempo”, que significa que en las Islas no existe ni el frío ni el calor, sino todo lo contrario. Los laguneros, por ejemplo, no se quitan nunca la rebeca, ni en invierno ni en verano (razón: Eliseo Izquierdo), y las señoras de El Toscal, que se sientan en verano a las puertas de sus casas para ver llegar la muerte, jamás se desprenden del chal, prenda que les evita el constipado y el dolor en la chepa. Ahora es el momento de usar, más que nunca, la ropa de entretiempo y de no descuidarse. Cuando uno llega a cierta edad, los dolores de huesos se asocian al tiempo que hace y comienza a aflojarse todo y a dolerle a uno hasta el alma. Los médicos son reacios a recetar pastillas contra los dolores, yo creo que porque tienen contraindicaciones perversas para la salud humana, pero vaya usted a saber. Ayer tenía una comida con amigos y no fui porque me dolía todo el cuerpo, así que me quedé sin comida y sin lotería, aunque la lotería nunca toca porque la compra mi querido Manolo Gutiérrez, que no ha dado ni un reintegro en 35 años de dolorosa espera. En fin, que estamos inmersos en el tiempo raro de los comienzos del verano. El domingo cambiará y hará sol y cesará toda esta locura del entretiempo y habrá que ponerse la camiseta y colgar el chaleco lagunero, que te deja en el cogote un cerco colorado cuando en Aguere pega el calor impropio, que le dicen.

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