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Álvaro Santana: “Pronto será editada en España mi obra ‘Ascenso a la gloria’, una biografía de ‘Cien años de soledad”

El periodista colombiano John Harold Giraldo dijo del profesor Álvaro Santana Acuña que tiene “la capacidad de confabularse con las metáforas y el trabajo disciplinado como investigador”
Álvaro Santana Acuña
Álvaro Santana Acuña
Álvaro Santana Acuña, profesor titular del Whitman College, profesor de la Summer Harvard School, especialista en la obra de García Márquez, experto en gestión del patrimonio. Fran Pallero

El periodista colombiano John Harold Giraldo dijo del profesor Álvaro Santana Acuña (La Laguna 1976) que tiene “la capacidad de confabularse con las metáforas y el trabajo disciplinado como investigador”. Excelente definición. Me siento incapaz de citar todos los méritos académicos de Álvaro, con el que estoy sentado en Los Limoneros, porque entonces no existiría la entrevista. Resumo: licenciado (con premio extraordinario) en Historia por la ULL, investigador en la Universidad de Stanford, en la Universidad de Columbia de Nueva York, en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París, trabajando con Roger Chartier; en la Universidad de Chicago, donde realizó un máster; en Edimburgo y profesor en Harvard, donde obtuvo otro máster y el doctorado en Sociología (primer canario en recibirlo). Profesor titular -en la actualidad- del prestigioso Whitman College, en el Estado de Washington, y docente activo en la Harvard Summer School, donde ahora imparte sus clases desde Tenerife. Especialista en la obra de García Márquez, y más concretamente en Cien años de soledad, es autor de Ascenso a la gloria, editado por la Universidad de Columbia (NY), un estudio exhaustivo sobre la obra más leída del escritor de Aracataca. Este año de 2021 lo tendremos en español, pero no traducido, sino reescrito. Por momentos, la conversación profesional se interrumpe y damos un salto a la nostalgia: su abuelo fue el inolvidable don Félix Álvaro Acuña Dorta, patriota tinerfeño, alcalde que fue de Santa Cruz, una de las personas más honestas que he conocido. Álvaro lo cita permanentemente. Un personaje al que habría que dedicarle mucho más tiempo. ¿Comprenden ustedes la dificultad de este diálogo cuando tenemos tantos recuerdos comunes que me apetece contar, pero que no puedo por causa del condenado espacio? Álvaro es un verdadero especialista en la gestión patrimonial en Canarias y un experto en el catastro moderno, que surgió tras la Revolución Francesa. “Napoleón, cuando hacía sus guerras, llevaba con él a agrimensores; yo creo que en una mano sostenía el Código Civil y en la otra el catastro”. La espada permanecería entonces envainada en su funda, colgando del lomo de su caballo.

-Casi se me olvidaba: eres comisario de la exposición Gabriel García Márquez, la creación de un escritor global, abierta en el Harry Ransom Center, en la Universidad de Texas, en Austin. Todo un recordatorio hacia el autor; y más en los Estados Unidos.
“La Universidad de Texas compró el archivo de Gabriel García Márquez. Su familia fue muy generosa. Costó dos millones y medio de dólares, que es poco para lo aportado en documentos”.

-Y esos documentos se exponen en Austin.
“En el Ramson Center, más de 200 relacionados con la vida y las obras del escritor”.

-¿El público anglosajón entiende el llamado realismo mágico?
“Por supuesto. Estamos ante un escritor universal, de cuya obra principal se han vendido más de 50 millones de copias, por cierto admirablemente traducida al inglés”.

-Tu libro Ascenso a la gloria significa una aportación inédita a la gestación de Cien años de soledad. Incluso a su intrahistoria, que es una voz tan unamuniana.
“Tuve acceso a documentación inédita, a diversa correspondencia, manuscritos, entrevistas, etcétera y lo reescribo ahora en español, en una versión distinta, en cierta manera, a la inglesa. Se trata de una biografía de la novela. Recorrí ocho países en busca de documentación casi desconocida”.

-Y, además, identificaste los capítulos sueltos que anticipó García Márquez sobre la que sería su obra maestra, para sondear al futuro lector sobre su posible éxito o fracaso. Fue como un muestreo.
“Todo el mundo hablaba de esos capítulos, se sabía que existían, pero nadie los había podido recuperar en su totalidad. Yo lo logré. Y escribí en El País sobre los siete capítulos olvidados de Cien años de soledad”.
(La portada del libro Ascenso a la gloria, editado por la Universidad de Columbia, está llena de símbolos, con el rostro de García Márquez encerrado en la figura un canario, entre otros. Muy lograda. Las citas en las redes a la obra de Álvaro son numerosas. Y sus artículos publicados en medios de tanto prestigio como The New York Times, El País o El Espectador de Bogotá se pueden consultar en muchos portales).

-¿Cómo te acercaste tanto a la gran novela del escritor?
“Un día, en la ciudad de Cambridge, en octubre de 2007, llovía como llovía en Macondo o en La Laguna. Sorteando charcos, de camino a la biblioteca de la universidad, surgió la idea del libro”.

Álvaro Santana Acuña
Álvaro Santana Acuña, profesor titular del Whitman College, profesor de la Summer Harvard School, especialista en la obra de García Márquez, experto en gestión del patrimonio. Fran Pallero

-¿Y cómo son los manuscritos de Gabo? A mí me ofrecieron uno en un anticuario de San Telmo (Buenos Aires), pero no lo pude comprar porque no llevaba efectivo. Acababa de gastarme mil dólares que tenía en el bolsillo en adquirir una edición especial numerada de la obra completa de Emilio Zola. Fue mi mala hora particular porque no llevaba otros mil dólares. Aquel tipo no aceptaba tarjetas.

“Los manuscritos de Gabo son fascinantes. En algunos hay párrafos reescritos, pegados con cinta adhesiva. Él tardaba siete años en escribir una novela. Cuando se pasó al ordenador bajó a cuatro. La primera de las grandes novelas del siglo XX escrita con ordenador fue El amor en los tiempos del cólera. Para García Márquez el ordenador fue una especie de liberación”.

-Álvaro, me da que tú tienes vocación de periodista.
“La tengo. De hecho, quise estudiar periodismo, pero todo da muchas vueltas en la vida, me habría encantado, te lo aseguro. Me apasiona esta profesión. García Márquez aprendió a relatar gracias al periodismo”.

(Y entonces le cuento algo a Álvaro. Leí una crónica periodística de García Márquez sobre un incidente en Caracas. Un perro muerde levemente a un niño. Descubren que el perro, propiedad de una señora, sufre de la rabia. Y empieza una odisea para encontrar la vacuna que salve al pequeño. Me llama la atención el apellido: Hernández, común en las Islas. Lo cuento en Radio Burgado, en mi programa mañanero. La solidaridad salva al niño, llega la vacuna. Y, tantos años más tarde de aquellos hechos, llama al programa un señor, arquitecto, residente en Tenerife. “Yo fui aquel niño”, me dijo, “y todo lo que cuenta García Márquez es verdad”. Todavía se me ponen los pelos de punta”).

“Qué buena historia”

-¿Has hablado de esa especie de soledad multitudinaria en la vida del escritor?
“Esa es la definición. Él amaba la soledad pero no podía estar solo. Tenía muchos amigos que lo apoyaban, que escuchaban sus relatos, que oían sus historias. Entre ellos, Álvaro Mutis. Sin Mutis no habría existido García Márquez”.

-También se nutrió de otros escritores.
“Sí, claro, Hemingway, Virginia Woolf, Faulkner, Borges. Lo leía todo de todos. Pero me refiero al contacto personal. Mutis fue uno de sus grandes amigos, que le ayudó muchas veces”.

-Yo me enamoré de ‘Relato de un náufrago’ y de ‘El coronel no tiene quien le escriba’.
“Te entiendo. Es que el Relato de un náufrago está entre la Odisea y El viejo y el mar; y Cien años de soledad entre El Quijote y la Biblia”.

-¿Puede haber sorpresas, cosas inéditas de Gabo, de cara al futuro?
“Está la novela En agosto nos vemos, inacabada. Y otros relatos. Hay más cosas entre los papeles de Gabo en Austin. A menudo, los primeros borradores de Gabo no eran de gran calidad, pero él tenía un enorme talento y capacidad de trabajo para editar su propia escritura”.

-¿Y quizá aparecerán noticias sobre el puñetazo que Vargas Llosa le propinó a Gabo?
“No lo sé. Se dice que fue por un asunto de mujeres, pero creo que en el fondo de ese incidente hay motivos políticos, ideológicos”.

-¿Qué te parece el relato de Rodrigo García sobre los últimos días de su padre? (‘Gabo y Mercedes: una despedida’, Random House)
“Emotivo, muy bien escrito. Los dos hijos de García Márquez, Rodrigo y Gonzalo, son excelentes personas y profesionales. El relato es un homenaje sentido y oportuno. Ambos –yo conozco a Gonzalo- son generosos, como lo fue su padre y componen unas familias unidas y responsables con el legado del escritor”.

-Tú eres un profesor formado en La Laguna. ¿Es tan distinta la enseñanza de aquí a la de los Estados Unidos?
“Guardo un recuerdo excelente de mis años universitarios en La Laguna. Encontré profesores muy buenos. Tuve el coraje de marcharme fuera; la diferencia está en los medios. Un profesor puede tener en una clase en Harvard mil alumnos, pero dispone de una docena de asistentes que le ayudan con la docencia. Yo no sería lo que soy sin nuestra universidad lagunera”.

-No te ocurrió entonces como a Galdós, que se sacudió la arena de los zapatos cuando salió de Las Palmas rumbo a la Península, para no llevarse nada de Canarias. O al menos eso dicen.
“No, no, yo soy lagunero y canario. Mis padres, mi abuelo, me enseñaron lagunerismo y canariedad. Nuestras Islas son lugares maravillosos para vivir y para trabajar y me siento feliz cuando estoy aquí, como ahora”.

-Una de tus pasiones es el estudio del catastro, sobre todo en Francia.
“Es que el catastro marca el nacimiento del Estado moderno. Estudiar los mapas catastrales es apasionante. Y también saber de la obsesión de Napoleón por delimitar la propiedad. En España el catastro llegó muy tarde, pero llegó”.

-Hay notarios que sostienen que con un buen catastro sobraría el Registro de la Propiedad.
“Debería ser así, pero está establecido de otra manera, quizá por la poca fiabilidad del propio catastro”.

-Tu pasión por la conservación de nuestro patrimonio te llevó a organizar visitas guiadas por La Laguna y por El Toscal.
“Sí, es verdad. Algunas con hasta 120 personas siguiendo mis explicaciones. Incluso me pusieron una boicoteadora en cierta ocasión porque a ciertos políticos no les interesaba lo que decía. Acabaron echándola los demás asistentes. El actual Plan Especial de Protección de La Laguna, por ejemplo, fue una recalificación de suelo encubierta, de la que se beneficiaron un puñado de personas y empresas. El cuidado de nuestro patrimonio siempre tiene que estar por encima de la política y de los intereses de unos pocos. Aún sigo en esa lucha”.

-¿Cuál es el problema de nuestro patrimonio?
“Que se encuentra en manos de gente sin formación. Ya digo que la gestión de nuestro patrimonio debería estar por encima de cualquier ideología”.

-Y así podríamos rehabilitar El Toscal, en Santa Cruz.
“El Toscal es para mí el barrio del fin del mundo. Jack el destripador, que asesinaba a sus víctimas en el barrio londinense de Whitechapel, hubiera actuado en El Toscal de haber vivido en Tenerife. Y, fíjate, Whitechapel, escenario de las hazañas del destripador, es hoy una zona preciosa, sin renunciar a su origen obrero, pero próspera, bien cuidada. El Toscal es un barrio estrangulado y el animado Whitechapel está lleno de futuro. He ahí la diferencia entre hacerlo bien y hacerlo mal”.

(Qué pena, se acabó. Dos páginas no dan para más. Tengo la sensación de que he salido de Los Limoneros ganando un amigo. (“Yo también”, me dice en la corrección). Le hago un regalo a Álvaro: la máquina portátil con la que presuntamente escribió Hemingway sus relatos sobre la Guerra Civil española. (“Mil gracias”, añade). Al menos como tal me la vendieron. Yo ya no quiero más recuerdos y él es muy joven. (“Gracias por el cumplido”, sentencia). Que la disfrute. Se la llevaré un día de estos a La Laguna. No me da tiempo de contar que fue premio Rumeu de Armas y Leoncio Rodríguez, yo en el jurado, ni de que me habla elogiosamente del profesor García Ramos y de su obra Una teoría de la lectura: Cien años de soledad. Ni tampoco me da tiempo de contar que, según un folleto revelador encontrado en la Biblioteca Pública de Nueva York, Canarias fue independiente y tuvo un rey. ¿No es cierto, Álvaro?).

“Eso dice ese folleto”.

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