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Clima

Si tomamos en consideración las predicciones de Omaira García, investigadora principal del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, la cosa se nos pone fea en Canarias, dentro del barullo del cambio climático. Sus declaraciones a este periódico, no obstante, me parecen llenas de sensatez y de advertencia. Son predicciones a largo plazo que anuncian sequías, disminución de los alisios y aumento del nivel del mar, entre otras catástrofes y fenómenos meteorológicos muy adversos. Esta es la parte científica de la historia y me gustaría ahondar más en el tema con esta experta, a la que voy a invitar a la entrevista de los lunes porque su alerta me estresa bastante. Ya en el plano del humor, el mago, en su infinita ignorancia, atribuye el cambio climático a una simpleza: que los tiempos están descambiados. La palabra descambiado existe y es el termómetro que ha usado siempre el mago para adivinar el temporal, en el que se cree experto, sólo porque escruta el cielo encima de una piedra lisa. Hemos tenido en Canarias, por tradición, alarmas más o menos justificadas. Recuerden la del geólogo Simon Day, que dijo que si se desprende en La Palma una parte significativa del volcán de Cumbre Vieja se originaría una ola gigante que arrasaría Nueva York y otras ciudades de la Costa Este de los Estados Unidos. Ya lo hemos visto en el cine. Miren ustedes, con el COVID-19, el confinamiento y la crisis económica generalizada, el pesimismo se ha adueñado de nosotros y no es plan eso de estar anunciando catástrofes más o menos lejanas, lo que sin duda aumenta la desazón del isleño, que siempre ha tendido al pesimismo. Yo mismo me incluyo. El pasado miércoles, de madrugada, me sobrevino un fuerte dolor de cabeza de tanto darle vueltas a mis problemas con Hacienda. Pensé en la inminencia de un ictus y, la verdad, no vale la pena. Opté por venir al ordenador a contárselo a ustedes.

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