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David Summers: “Tuvimos desde el principio una premisa que hoy es igual de válida: divertirnos con la música”

Hombres G actúa el 11 de septiembre en el Recinto Ferial de Tenerife, en los días previos a la publicación de su nuevo disco, 'La esquina de Rowland'
David Summers. / Isabel Infantes (Europa Press)

A menos de un mes de que se publique su decimotercer álbum de estudio, La esquina de Rowland, Hombres G regresa a la Isla para ofrecer el 11 de septiembre un concierto en el Recinto Ferial de Tenerife (21.00 horas). Después de casi 40 años de trayectoria, la banda madrileña surgida en 1982 sigue adelante afrontando nuevos retos. Y el único argumento que explica esta continuidad nada habitual en el panorama musical español tiene que ver, precisamente, con una de sus canciones más emblemáticas: Voy a pasármelo bien. Como explica a DIARIO DE AVISOS en esta entrevista su cantante y compositor, David Summers, esta reunión de amigos tiene su razón de ser en que hacen lo que más les gusta y, sobre todo, no han dejado de divertirse ni un solo día sobre el escenario.

-No es habitual que una banda de ‘pop-rock’ se mantenga tanto tiempo y sin cambios en su formación, como Hombres G. ¿Cuál es la clave, si la hay, de esta continuidad?

“La gran amistad que nos une a los cuatro. Somos amigos prácticamente desde siempre. Javi [Javier Molina, batería] y yo nos conocemos desde que teníamos 10 años, desde el colegio. Y Dani [Daniel Mezquita, guitarra] también. A Rafa [Rafael Gutiérrez, guitarra] lo conocimos un poco más tarde, con 18 o 20 años. De manera que hemos mantenido una unión casi fraternal durante toda nuestra vida y eso nos ha permitido recorrer el mundo juntos y pasárnoslo genial durante estos 40 años”.

-El 11 de septiembre estarán actuando en Tenerife. En un momento tan complicado para todos, como es el de esta pandemia, ¿ofrecer un concierto posee un significado diferente o cada encuentro con el público de por sí ya es especial?

“Son conciertos especiales, desde luego. Las medidas de seguridad sanitaria son incómodas para el público y para nosotros también resultan chocantes. A mí lo que más me llama la atención es ver a la gente con las mascarillas puestas, aunque entiendo que es necesario. Es raro ver a la gente desde el escenario y no saber si están sonriendo, si están cantando, si se lo están pasando bien… Yo lo pregunto de vez en cuando porque realmente no sé lo que está ocurriendo. Con la música sonando, no les oímos. Ves caras, pero no ves expresiones… Ojalá todo esto acabe pronto, aunque cada vez soy menos optimista. Estamos deseando que se termine esta situación y la gente pueda venir con tranquilidad a los conciertos. De momento, los artistas están demostrando que las actuaciones en vivo son completamente seguras, las medidas que se aplican son muy rigurosas, la gente se porta genial, las cumple a rajatabla y no hay ningún problema. Intentamos salir a cada escenario como siempre, a darlo todo y que el público se lo pase muy bien, aunque tenga que permanecer sentado y con mascarilla”.

“Resulta muy raro mirar desde el escenario a la gente con sus mascarillas y ver caras, pero no expresiones”

-¿Y qué le aporta personalmente subirse a un escenario?

“Es lo que más feliz me hace. Salir, cantar y tocar con mis amigos. Llevo casi 40 años haciéndolo, con más de 5.000 conciertos, y no me cansa nunca. Mientras la salud y las fuerzas me lo permitan, lo seguiré haciendo”.

-Con ese volumen de canciones que han logrado reunir en todo este tiempo, ¿les resulta complicado elaborar el repertorio de cada espectáculo para que los temas clásicos no se impongan a los más recientes?

“Es difícil. Es como una pequeña cárcel, porque contamos con al menos 20 canciones que no podemos dejar de tocar. Aunque, realmente, cuando posees ese número de temas es justo cuando puedes decir que tienes una carrera profesional. Vas con esas canciones adonde sea y estás seguro de que la vas a liar. Porque no estamos hablando solo de Sufre, mamón, tenemos Venezia, Marta tiene un marcapasos, El ataque de las chicas cocodrilo, Te quiero, Temblando, Voy a pasármelo bien, Lo noto… Gracias a Dios, hemos acumulado una cantidad de canciones que para el público son imprescindibles. De manera que a esa veintena de temas le añadimos cinco más, que pueden ser los del nuevo disco o canciones que nos apetece rescatar porque hace tiempo que no las tocamos y son muy bonitas. Así vamos haciendo el repertorio. Ahora, cuando salga el nuevo álbum, La esquina de Rowland, en octubre, daremos prioridad a las nuevas composiciones para que la gente las escuche, pero los grandes clásicos los tenemos para siempre. Hasta el día en que dejemos de tocar, que no sé cuándo será, estaremos interpretándolos”.

-¿Cómo es la experiencia de observar a un público de varias generaciones compartir la misma música?

“Es una maravilla y, en gran medida, completamente inesperado. Cuando era un chaval, en los ochenta, nunca pensé que las canciones iban a eternizarse de esta manera. En esos años, nosotros ya huíamos del típico sonido de la época. No queríamos esos tecladitos y esas cajas de ritmos que estaban tan de moda. Hacíamos canciones con guitarras, con melodías y letras bonitas y cachondas. Era nuestra manera de trabajar. Quizás por eso ahora esas canciones de los ochenta no suenan ochenteras.Y a lo mejor un chaval de 12 años de hoy en día escucha Sufre, mamón o Marta tiene un marcapasos y le llega igual que le llegó a otro chaval en el ochenta y pico. Se produce ese efecto, que es maravilloso y que yo no hago más que agradecer al público, al permitir que todas esas canciones continúen estando vigentes”.

“La aparición de Internet fue para la música el fin del mundo tal y como lo habíamos conocido, y el comienzo de otro”

-Ustedes han observado en primera fila los cambios que ha experimentado la industria musical en estos años. ¿Considera que hemos avanzado o se ha retrocedido?

“Todo ha cambiado de una forma radical. No tiene nada que ver lo que era la industria cuando comenzamos y lo que es hoy. La aparición de Internet fue el fin del mundo tal y como lo conocíamos, y el comienzo de otro muy diferente. En la música eso ha afectado a la manera de exponer tu trabajo. Antes lo más importante eran las ventas de discos, ahora no tiene ninguna relevancia. Son mucho más importantes las vistas y las reproducciones, las escuchas o la descargas en las plataformas digitales: el interés que tiene la gente en escuchar tu canción, pague algo o no pague nada. Esto para mí resulta mucho más efímero. Realmente no tienes constancia real de ese interés en tu música. Cuando sacabas un disco y vendías 700.000 copias, sabías que ese año en tus conciertos iban a estar todos los recintos llenos. Era algo tangible. La gente había ido a comprar el disco, lo tenía en casa, sonaba en la radio, estaba gustando… Ahora eso no es así. Hay gente que tiene muchísimos likes y, sin embargo, luego no mete gente en los conciertos. Y también al revés. Es todo un poco confuso. Aunque en lo que se refiere a mi trabajo, que es hacer canciones bonitas y enseñárselas a la gente, no ha cambiado nada. Lo único diferente es el vehículo, pero la esencia es la misma”.

-Teniendo en cuenta todo esto, ¿sacar hoy un disco, cuando mandan las plataformas digitales y las canciones se promocionan de una en una, supone hoy casi un acto de rebeldía?

“Creo que no. Nosotros ahora lo hacemos con la única intención de darles a nuestros fans canciones nuevas. Ya tenemos un montón de hits. Esa fase ya la hemos pasado. Ahora solo intentamos hacer discos con temas bonitos. Si una o dos de esas canciones se convierten en éxitos, pues maravilloso, pero lo que realmente buscamos es que la gente que nos sigue disfrute con un disco nuevo, se sienta orgullosa de nosotros y vea que seguimos apostando por crear nuevas cosas. Tampoco queremos vivir anclados en el pasado”.

-¿Cómo suele ser el proceso de composición de cada tema? ¿Evoluciona mucho entre que surgen esas primeras ideas y finalmente presentan la canción ante el público?

“Es un trabajo bastante laborioso. Durante varios meses voy dando forma a las canciones y mejorando las letras hasta que, cuando más o menos las tengo como a mí me gustan, las grabo en mi casa. Me hago mis maquetas y se las envío a los chicos. Según las van escuchando, me dicen cuáles son sus preferidas y las vamos seleccionando. Con este último disco, La esquina de Rowland, el proceso ha sido fantástico. La pandemia y el confinamiento, y el coñazo de estar metido en casa todo el día, me dieron la oportunidad de aprovechar el tiempo y escribir muchísimas canciones y hacer una selección con lo mejor. Nos lo hemos tomado con toda la calma del mundo, sin presiones, sin gastar dinero. Ha sido algo extraordinario, porque realmente es así como se deben hacer los discos. Normalmente, todo es más atropellado: poco tiempo, tienes una gira y hay que interrumpir la grabación… Aquí hemos tenido un año y medio sin conciertos, sin viajes, lo que nos ha permitido hacer un disco que creo que es precioso”.

“Tenemos al menos 20 canciones con las que podemos ir a cualquier lado sabiendo que la vamos a liar”

-¿De qué manera describiría la aventura que ha vivido y está viviendo formando parte de Hombres G?

“Es toda una vida con estos tíos, viajando por todo el mundo desde que tenía 20 años. En 1985, cuando tenía 21 años, ya estaba tocando con los Hombres G en un estadio en Perú, en México… Ha sido una vida trepidante, me lo he pasado y me lo sigo pasando genial. Esa era la premisa del principio: divertirnos. Luego la música se convirtió en nuestro trabajo, pero la premisa continúa siendo la misma: pasarlo bien. Si no nos divertimos, preferimos no hacerlo. Me siento un privilegiado por esta vida extraordinaria. Y lo que me queda, porque espero tener aún mucha tralla que dar”.

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