La próxima tragedia se llama Afganistán. Una vez que Estados Unidos ha retirado casi todas sus tropas del país, según decisión del expresidente Trump, los insurgentes talibanes han tomado varias ciudades del norte del país, asesinando a civiles y secuestrando a sus mujeres. Algo realmente terrible. Y lo peor es que no se vislumbra una solución. El Gobierno afgano no dispone de medios para detener la escalada radical, cuyos líderes impondrán sus leyes religiosas extremas en los pueblos que vayan conquistando. Tenemos la crónica de una tragedia que viene, otra más, contra un pueblo que apenas pone resistencia porque no tiene con qué. El ejército afgano se ha refugiado en algunas bases, porque ha sido desbordado por la horda golfa que no tiene ningún miramiento con la población, a la que somete por la fuerza, asesinando a mansalva. Nadie los detiene. La contención que suponía la presencia de las tropas USA apenas existe y la situación puede volverse irreversible en semanas, pues los talibanes han tardado menos de seis días en conquistar enclaves importantes desde el punto de vista comercial y estratégico. La opinión pública norteamericana se encuentra dividida en cuanto al grado de implicación de su ejército en la situación de un país sometido a sucesivos controles extranjeros, primero Rusia y después los Estados Unidos. Pero parece claro que Afganistán es incapaz, por sí solo, de zafarse de la acción radical. ¿Qué va a pasar? Pues que la zona se convertirá en un peligro para la paz mundial, que el tráfico de estupefacientes –en manos de los talibanes— se disparará y que el número de víctimas se convertirá en tragedia mundial. Sin embargo, los medios españoles siguen titulando con el coronavirus; que vale, pero un renglón más abajo. Yo cada vez sé menos de periodismo, aunque de eso nadie sabe casi nada.