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Pobre Pequeño Nicolás

Al Pequeño Nicolás le han hinchado un ojo en Marbella. Bueno, es una lesión común. El mago, en su ignorancia, lo primero que hace por la mañana es hincharle un ojo al vecino que le cambia el mojón de la linde por la noche. Peor, mucho peor, es cuando la cosa se repite y le saca la escopeta. El Pequeño Nicolás, del que un tribunal pone en duda sus capacidades, andaba por Marbella en la cosa del Starlite y un segurata, no se sabe bien por qué, le zurró en los morros, produciéndole lesiones de cierta importancia. Cada época tiene su personaje. En la bendita Transición -lo he dicho en algún artículo- el protagonista bufo de la calle fue el Cojo Manteca, que con una muleta le zurraba al guardia y con la otra rompía las farolas de Madrid, en las algaradas que fortalecieron la democracia y los bíceps de los señores agentes. Ya entradita la democracia, el Pequeño Nicolás, más palaciego, suplantaba personalidades, acudía a las recepciones reales y se codeaba con secretarios de Estado. Todo un personaje porque llegó hasta tocarle las pelotas al CNI, lo cual yo no haría nunca por razones obvias. Ahora le han hinchado un ojo en Marbella, a donde fue en busca de ocio, lo cual es normal en gente de su edad. En realidad, el Pequeño Nicolás es un miembro más de este país de pícaros. Siempre han existido, desde la Edad Media a nuestros días, y muchos de ellos han sido héroes de novelas. El Pequeño Nicolás es tan solo un reflejo del país que nos ha tocado, que son los restos de la España negra. A mí me parece un personaje digno de ternura, más que de condena en los tribunales, que espero sean indulgentes en sus apelaciones (fue condenado a dos años y tres meses, creo, por su mala cabeza). Espero que mejore de ese ojo.

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