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¿Sirve para algo la administración?

Sostengo que en España no vale la pena pagar los impuestos. Cada día vamos peor. Y me temo que en Canarias tampoco. Los impuestos desaparecen y se solucionan pocas cosas. Mi escepticismo tiene sus motivos. Les cuento uno. En 1964, mi tío José Manuel Sotomayor construyó, bajo la dirección del famoso arquitecto Luis Cabrera Sánchez Real, y supongo que con la inspiración del gran Juan Davó Ramallo, una gasolinera en la entrada del Puerto de la Cruz. Su techo es una enorme estrella y este edificio fue distinguido con el premio Manuel Oráa, del Colegio de Arquitectos. Afortunadamente, la estación de La Estrella se conserva, pero sus bajos se han convertido en un nido de ratas y eso que se encuentran enfrente del consultorio médico Tamaragua, lo que hace más peligrosa su insalubridad. Estoy completamente de acuerdo en conservar el edificio, que es precioso y está catalogado como bien de interés cultural. ¿Pero qué impide autorizar a Disa y a su actual concesionario el arreglo de los bajos, convirtiéndolos en centro comercial de lujo, por ejemplo, lo cual daría prestigio a la ciudad? ¿Para qué están las administraciones, para eternizar el estado de los edificios ruinosos o para dar facilidades a sus propietarios para que los arreglen, conforme a las directrices oportunas? Luis Cabrera (1911-1980), hijo del físico lanzaroteño Blas Cabrera Felipe, fue uno de nuestros mejores arquitectos de la historia. Todo un referente racionalista. El edificio costó alrededor de un millón cuatrocientas mil pesetas de 1964 y la estructura del techo, de hormigón, se adelantó a una época. Yo me imagino que mi amigo Juan Davó, que creo ha llegado ya a los 90, tuvo mucho que ver en esa construcción, lo mismo que la tuvo en la del viejo y bonito Bar Dinámico, derribado sin piedad por los sociatas portuenses. ¿A qué esperan los BIC –no los de los bolígrafos— a dar una solución a los bajos de La Estrella?

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