en la frontera

Sobre-regulación y re-regulación

El tiempo que vivimos, especialmente ahora en la pandemia, es tiempo de una proliferación creciente de normas. Se piensa que todo se soluciona con una norma, como si su sola publicación resuelva automáticamente el problema planteado. La sobre-regulación o la re-regulación son características de una época en la que, efectivamente, regresa un siniestro positivismo que todo, absolutamente, lo fia a la regulación. Pues bien, la inflación normativa es una consecuencia del primado de la forma y de su sentido taumatúrgico. En lugar de promulgar y aprobar las normas que ciertamente son necesarias, lo que se hace, con ocasión y sin ella, es inundar los Boletines Oficiales de normas, en la pandemia es proverbial, hasta el punto de que la Administración que elabora más normas en el más breve espacio de tiempo parece más importante, o relevante, que el que practica la contención y la prudencia normativa. En este ambiente, es muy difícil conocer en cada momento el Derecho vigente pues todos los días nos encontramos con normas nuevas en las que tantas veces la oscuridad, la ambigüedad, la falta de seguridad jurídica en una palabra, es la principal señal de identidad de la legiferación dominante.

Por otra parte, cuando se utilizan rangos normativos que no proceden, algo muy habitual por razones tácticas, entonces aparece con todo su realismo el sentido del formalismo. En efecto, cuando el contenido de un Decreto se lleva a una Ley lo que se está consiguiendo es administrativizar la ley y dotar de una determinada resistencia jurídica a una materia que no le corresponde. Además, el uso desproporcionado de la discrecionalidad técnica es otro síntoma del formalismo, pues conduce a blindar ciertas decisiones en el mundo de lo funcional y de lo técnico, impidiendo un control de fines o de valores.

En fin, desde los postulados del pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario, pienso que la relación materia y forma es de necesidad, de complementariedad, de necesaria compatibilidad. Además, no se debe olvidar, a pesar de los pesares, que la forma es el principal medio para el fin del Derecho- Estado material de Derecho-. Algo que no choca abiertamente con las pretensiones de dominio tecnoestructural de ideologías a quienes estorban los valores de la democracia y gustan sobremanera tanto los procedimientos y los procesos que se manejan arbitrariamente. Lo vemos a diario. También por estos lares.

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