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Un libro

Estoy trabajando en la nota preliminar de un libro de mi amigo el jurista Juan Inurria Nieto. Yo creo que la protagonista del libro es una ley orgánica dictada por UCD que pretendía defender el honor de los ciudadanos, en medio del caos de la bendita Transición, la famosa 1/82. No fue finalmente otra cosa que una trapa saducea para los periodistas. Ahora, que es agosto, Juan ha enviado un post, o como se llame, a sus compañeros deseándoles un feliz mes inhábil. Las reflexiones de Inurria están llenas de matices y además se queja ante sus clientes, y ante los clientes de sus compañeros, de que por mucho que trabaje un abogado nadie puede vencer a la lentitud de la administración de justicia. El otro día, hablando con un fiscal, coincidíamos en que a ningún político, vamos a casi ninguno, le interesa que la justicia funcione. Juan Inurria se queja en su post de que se ve incapaz de solucionar las carencias de esa administración para que el cliente sepa “cómo va lo suyo”. Pero, también el otro día, hablando con dos profesores que ejercen en los Estados Unidos, ellos se referían a que la justicia norteamericana, que tiene fama de eficaz, es un desastre, porque al existir poca norma aplicable se deja todo al criterio de los jueces. Y, claro, pasa lo que pasa. No hay nada más difícil que dar a cada uno lo suyo; por eso el libro de Juan, que será presentado en octubre en Madrid y luego en Tenerife, aclarará muchas dudas, espero, a justicieros y justiciables. Si les cuento que una vez me juzgaron a mí por una cosa que dijeron otros, ustedes no se lo iban a creer, pero así ocurrió. Yo no salía de mi asombro y encima la cosa me costó algo así como mil y pico euros, ya no recuerdo bien. No fue mucho, pero coño.

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