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La escasez mundial de chips semiconductores está al borde de convertirse en un infierno

La COVID, los apagones y la escasez de agua en Taiwán, principal productor de estos imprescindibles componentes tecnológicos, amenazan con colapsar la economía global

La escasez global de chips semiconductores va camino de convertirse en uno de los fenómenos económicos más relevantes del año junto al retorno de la inflación (ambos están relacionados), según informa El Economista. Se ha escrito mucho sobre los problemas de los fabricantes de coches, videoconsolas o teléfonos para mantener su producción por la falta de chips. Sin embargo, la situación lejos de mejorar parece haber empeorado, y si se mira a los próximos meses existen tres grandes riesgos que amenazan con torpedear a los productores de chips, generando una escasez mucho más aguda y peligrosa para la economía.

Hasta la fecha, la escasez ha sido producto de un incremento repentino de la demanda de chips semiconductores. A día de hoy, buena parte de los bienes materiales llevan muchos chips (neveras, lavadoras, teléfonos, coches, patinetes eléctricos…). Al comienzo de la pandemia de la COVID, muchos de los fabricantes de estos bienes decidieron reducir sus pedidos de chips ante las expectativas de unas ventas menores.

Sin embargo, la demanda de buena parte de esos bienes duraderos se ha mantenido estable o alza durante la COVID (ordenadores, dispositivos electrónicos…), mientras que la de otros bienes se ha disparado a medida que las economías reabrían. Los fabricantes de chips son incapaces a día de hoy de abastecer toda esa demanda y lo seguirán siendo en los próximos años si la demanda se mantiene a los niveles actuales, según revelan fuentes del sector.

Nuevos riesgos en la oferta

Esa es la situación de la demanda. Lo peor es que ahora la oferta (los grandes fabricantes de chips conocidos como foundries), que se encuentra muy concentrada en Taiwán y Corea del Sur, se enfrenta a grandes riesgos. De materializarse alguno de estos riesgos, el mercado de chips podría sufrir una suerte de tormenta perfecta que deje seco al mercado, impactando de lleno en la recuperación de la economía. Si no hay chips para producir los bienes que se demandan, el consumo y la inversión despegarán más despacio de lo previsto, lastrando el crecimiento y la ansiada recuperación de la economía.

Óscar Muñoz, estratega de TS Securities, explica en una nota para clientes que la cuota de mercado de Taiwán en lo que a fabricación pura de chips (no tiene por qué incluir el diseño del chip) se refiere se situó en el 63% del mercado en 2020, con la ayuda del gigante de la industria TSMC. Después aparece Corea del Sur con una participación del 18%. A diferencia de Intel o Samsung integrados verticalmente (diseñan y fabrican sus propios chips), TSMC fabrica chips para diseñadores estadounidenses como Qualcomm, Broadcom y NVIDIA, que luego terminan vendiendo a grandes clientes como Apple, Samsung y HP. TSMC también fabrica chips para otras empresas de semiconductores como Renesas, que luego se los suministran a fabricantes de automóviles como Toyota, Tesla y Ford.

Taiwán lo es todo en la industria del chip y eso es una vulnerabilidad. Un país pequeño que de sufrir cualquier contratiempo pondría contra las cuerdas a la tecnología mundial. Iris Pang, economista de ING, revela tres grandes riesgos que podrían poner en jaque a la industria del chip y a la economía mundial. Tres riesgos que se ciernen sobre Taiwán, un país más pequeño que Aragón, pero que resulta vital para la tecnología mundial.

El primero de ellos, explica Pang, es la escasez de agua para el proceso de producción de chips ante la sequía que ha estado viviendo el país en los últimos meses, que se ha visto algo atenuada con las lluvias de los últimos días, pero que aún sigue presente.

La fabricación de semiconductores requiere grandes volúmenes de agua ultrapura para evitar la contaminación de los dispositivos electrónicos. Una fábrica típica de semiconductores utiliza entre ocho y 14 millones de litros de agua ultrapura por día. Por ahora, se ha estado priorizando el agua que necesitan las fábricas de semiconductores respecto a la agricultura y el problema no ha llegado a mayores, pero si las lluvias no llegan con fuerza, el proceso de fabricación de chips podría ralentizarse.

Calor y apagones

Otro riesgo también está relacionado con el clima. Este año está siendo especialmente cálido en Taiwán, asegura Pang. Las elevadas temperaturas están generando picos muy elevados de consumo de electricidad que han desembocado en apagones, concretamente dos durante la semana pasada. Estos apagones, de prolongarse, también serían una seria amenaza para la producción de chips semiconductores en Taiwán.

El tercer riesgo es la COVID. Tras una gestión impecable de la pandemia cuando el resto de países sufrían, Taiwán está ahora padeciendo un fuerte auge de casos y muertes que podría derivar en un confinamiento. Pang asegura que las restricciones dejarían en casa a parte de los estibadores y otro tipo de personal que trabaja en los puertos, poniendo en riesgo los envíos de chips semiconductores al resto del mundo. Taiwán solo ha vacunado al 5,2% de su población y este miércoles pasado, por ejemplo, las autoridades informaron de la detección de 633 contagios locales de COVID-19 y once nuevos muertos.

Estos riesgos, de materializarse, generarían un fuerte incremento en el precio de los chips y nos devolverían a cinco o seis años atrás en lo que a tecnología se refiere. Se seguirían produciendo bienes electrónicos, pero tendrían menos funciones de las que tienen en la actualidad. “Esta situación podría generar una mayor inflación global”, sentencia Pang.

En el caso de EE.UU., el precio de los vehículos de segunda mano se ha disparado por el impacto de la escasez de microchips, que ha sido el receptor de un exceso de demanda inusual. “Esto se debe, sobre todo, por las empresas de alquiler de coches, que dejaron de comprar vehículos nuevos para renovar sus flotas, y ahora se ven obligados a recurrir a la segunda mano. Hertz, por ejemplo, está reconstruyendo su flota después haber reorganizado su empresa, y la compañía ahora compra vehículos usados de bajo kilometraje en subastas y concesionarios. Los vehículos usados tienen un peso del 3,5% en el IPC subyacente, por lo que es probable que el impacto macro del desequilibrio de los semiconductores en la industria automotriz sea más visible para la inflación del IPC que para el crecimiento del PIB”, sentencian los expertos de TS.Securities.

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