el charco hondo

La estantería de la normalidad

Al regreso a la normalidad que seguimos sobrevolando pero sin atrevernos a aterrizar (normalidad que tiene algunas de sus expresiones en los estadios de fútbol de la premier, o en los conciertos multitudinarios que están celebrándose en muchas ciudades europeas) le pasa lo que a los muebles que se compran desarmados; con el manual de instrucciones sobre la caja, llegamos al paso catorce y caemos en que nos faltan o sobran piezas, algo no cuadra, algo se nos escapó, algo no casa, en algún punto nos debimos distraer, porque de otra forma no se explica que el país con un porcentaje mayor de vacunados (España) mantenga restricciones que ahí fuera ya se han sacudido. Con la normalización en nuestro país y región parece que está pasando lo que ocurre tantas veces cuando al montar un mueble -de Ikea, pongamos- en el paso quince o dieciséis caes en que te faltan o sobran tornillos, sintiéndote en un callejón sin salida, bloqueado, incapaz de avanzar, desmoralizado. Alguna pieza se nos habrá perdido, porque de otra forma no resulta fácil explicarse cómo es posible que ahí fuera -con un ritmo de vacunación peor que el nuestro- vayan al fútbol, al cine, al teatro o a conciertos donde se les ve saltando, sin mascarillas y dándolo todo, mientras aquí seguimos atados a las sillas, guardando distancias que ahí fuera son ya un mal recuerdo y preguntándonos si debemos o no ampliar horarios y aforos. ¿A qué esperamos para dar pasos como los que ha anunciado Madrid, e incluso más allá?, ¿por qué en los países que nos rodean han desembarcado en la normalidad mientras nosotros seguimos en la sala de espera? Contagios los habrá ahora y siempre. Seguiremos muriendo, a veces por culpa del COVID (otras no). Habrá repuntes en la estadística de los ingresos. La epidemia que sigue a la pandemia nos acompañará por los siglos de los siglos, pero a estas alturas este país debe ir dando carpetazo a las restricciones. Qué decir en Canarias. En las Islas debemos ir un paso por delante, no podemos ofrecer a turistas que ya disfrutan de la normalidad -en sus ciudades- un viaje al pasado al que no querrán regresar. Será que aquí los test están a seis euros mientras fuera -en Alemania, por ejemplo- son gratis o los venden a treinta céntimos. Será eso o que al llegar al paso catorce hemos caído en que nos sobran o faltan piezas y tornillos para terminar de montar la estantería de la definitiva normalización. Será esto o aquello, pero Canarias debe acelerar su transición a la normalidad que ya disfrutan en países que, entre otras consideraciones, son nuestros principales mercados.

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