el charco hondo

La factura del volcán (2)

Cuando la pandemia dio sus primeros pasos, con las bengalas iniciales, no supimos tomarnos en serio lo que realmente estaba ocurriendo. No supimos dimensionarlo correctamente. Creímos que no iba con nosotros, contamos aquello con frialdad, desentendidos, frívolos, instalados en la finísima línea donde se abrazan ridículo, soberbia e ignorancia, incapaces de empatizar o de comprender lo que pasaba y se nos venía encima. La pandemia nos demostró que los sucesos extraordinarios merecen respeto, mucha seriedad y empatía, ponerse en la piel del otro, dejarse de bromas. Quizá hemos aprendido poco o bastante nada con la pandemia, de ahí que a algunos esté costándoles tanto dejar de tomarse a la ligera (como espectáculo) lo que está viviéndose en La Palma, disfrazando de fuegos artificiales o exhibición pirotécnica las lenguas de lava que están condenando a miles de vecinos a cerrar la puerta de lo que fue su hogar, y su vida. Ayer alguien dijo, con razón, que el volcán no está quitándole la vida, pero qué vida está dejándole a quienes deberán lidiar con un cráter de burocracia cuando los días de los demás vuelvan a lo suyo, ya sin minutos ni ojos para los afectados. No deja de ser una broma de mal gusto contar el drama que se vive en la Isla con pretensiones cinematográficas o adjetivos espectaculares, protagonizar crónicas dejando en un segundo plano la catástrofe, las pérdidas, lo que realmente está pasando. Los eslóganes que hablan de empatía o solidaridad no casan con las crónicas donde los afectados entorpecen el guión del espectáculo. Coleccionistas de acontecimientos, noveleros y otras especies bien podrían figurar menos y empatizar bastante más, tener el tacto que no están demostrando cuando muestran lo que está pasando. Qué más tiene que ocurrir para dejar de escuchar frases tan infantiles como egoístas, titulares de corcho (el privilegio de estar viviéndolo, siendo testigos de la historia u otras frases de sobres de azúcar). Qué fácil es calificarlo de espectáculo o histórico cuando lo que no está pasando a la historia son tus propiedades, ingresos, recuerdos o días. Qué sencillo resulta emocionarse cuando no eres tú al que van a exiliar, a descontextualizar sin regreso posible porque tu pasado o presente han quedado bajo la lava. Quizá la pandemia no nos ha enseñado nada, de ahí que también esta vez hayamos tardado en dimensionar adecuadamente la catástrofe que tiene a La Palma lidiando con la puta realidad de una crisis brutal.

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