después del paréntesis

Pobres

Confirman los datos que la pobreza severa subió en Canarias un 49% en el año 2020 y que se registra un 16,5% de necesitados del total de la población de las Islas. Más aún, unas 350.000 personas (de los 2.207 millones de 2019) viven semejante calamidad aquí. Cabe deducir. Dos opciones: o somos un país indigente o somos un país de sátrapas a quienes les importa poco la situación de los desvalidos. Se constata: un lugar en el que se vive bien pero con esa lacra mordiéndonos los talones. Y se arrima esa instancia a lo que históricamente hemos sido: de territorio de la Fortuna a zona de olvido luego de la conquista de América. Con ello, los monocultivos, la economía de supervivencia y las hambrunas que dieron episodios de inmigración pavorosos como los de las pateras del moderno. Ser en el territorio específico o pervivir o enriquecer fuera de la zona de referencia. La cuestión, pues, plantea la pregunta: ¿qué somos? Y se constata: el movimiento ha de ser de productividad, de encontrar factores de desarrollo con que enhebrar el futuro en suficiencia. ¿Con ese tesón trabajamos o nos conformamos con la evidencia, el turismo y el sector servicios? De ahí la demanda manifiesta, que es tanto como constatar qué proponemos, con qué nos comprometemos para ser, en sectores punta como la energía o la informática o las comunicaciones o satisfacer la proximidad con África siendo Europa, etc., etc. ¿A quién le importa los susodichos desvalidos? Podemos contestar como contestan muchos gobiernos de este mundo, la caridad religiosa o las ONG, o como han de garantizar las políticas consecuentes: instancias manifiestas en pro del empleo, de los salarios y del reparto. O lo que es lo mismo, ha de prohibirse en un país en el que se vive bien que un cuarto de su población se encuentre fuera de los registros. Por lo que la pobreza es: la renuncia a los alimentos, con lo que ello afecta a los niños y a su desarrollo físico y psicológico, la resignación ante la energía y los bienes comunes, el alejamiento de la cultura o la imposibilidad de entretenimiento (vacaciones, espectáculos…). Eso conforma y confirma a semejante entidad frente a los acomodados que no solo son agentes de derroche, adquirir mucho más de lo necesario, sino acumuladores de desperdicios. Una mente sana no puede permitir una realidad semejante, eso que anula la condición humana, eso que entierra a esos seres en la miseria y el estado primitivo y ancestral de la especie.

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