Anabel Alonso, la actriz que mandó a la izquierda (a la derecha no) a arrancar la lava de La Palma como si fuera piche, no dijo ni hizo tal cosa. Lo ha desmentido. Parece que se metieron en su red social para ridiculizarla y le crearon una fake. Bueno, pues me alegro por ella y retiro toda la ironía de ayer. Lo de las redes es un asco. Hasta de los Estados Unidos me han llamado para preguntarme si a La Palma se podía ir caminando desde Tenerife; o en coche. En coche se puede ir y caminando también, pero por las bodegas del ferry de Fred Olsen. Siempre construyen fakes, pero como ahora veo tanta tele y recibo tantos guasaps, pues también me llegan más disparates. Me hizo gracia una reportera de la Autonómica montada en un bote, que enviaba desde La Palma su crónica al ritmo de los balanceos del barco, pero exagerándolos. Y hasta La Palma se ha ido el veterano Pepe Moreno, atendiendo la llamada del volcán. Yo no he sentido esa llamada, con el Teneguía tuve bastante movimiento y una posterior sordera que me duró días, al regresar a Tenerife. Paso de erupciones, en lo posible, lamentando muchísimo lo que ocurre en la Isla Bonita, pero ya estoy viejo para desafiar al fuego, al estruendo, al picón y a los gases. Me quedo muy tranquilo siempre que escucho al profesor Carracedo, para mí la máxima autoridad española en volcanes. Me dice Gustavo Armas que Carracedo tiene un yerno en el Comité Científico actuante. Y muy competente también. A mí las crónicas me gustan así, ligeras, porque con el volcán muchos ágrafos se han convertido en científicos, igual que con el covid se volvieron especialistas en vacunas, cuando sí eran especialistas, pero en vacuno. Es que hasta en las desgracias uno encuentra cosas que contar. Ay.