después del paréntesis

Consecuencias

Nadie duda de que Ortega y Gasset fue uno de los grandes pensadores de Europa. En el año 1932, como diputado y portavoz que fue por la Agrupación al Servicio de la República, enunció sus conclusiones sobre eso que se llama nacionalismo. El discurso fue un discurso “doctrinal”, un discurso que los dichos nacionalistas se apresuran a cuestionar. Porque, en atención a lo que son, lo que dicen representar y de lo que se apropian, la dialéctica efectiva y el debate no son su fuerte. La cuestión es rebatir lo que el presidente Rodríguez Zapatero aceptó y defendió para Cataluña: un pueblo íntegro, con lengua propia, una nación cual asumimos ser los vascos, los gallegos o los canarios. Es por lo que el unilateralismo español, el llamado centralismo, no cumple con el rigor. Eso por un lado, lo que muchos aceptamos en razón del futuro de una España que esa derecha (PP y Vox) desmiente. Y tal cosa aclararía el llamado “problema catalán”; eso y no quienes sostienen en voz alta la asimismo unilateralidad. Porque una cosa es la razón en pueblo y otra lo que un sector de ese pueblo o nación decida resolver en privilegio. ¿En lógica de qué? De lo que ese nacionalismo es: “particularista” y no integral. Lo que ese nacionalismo lidera no es arbitrar la esencia de lo que los catalanes son sino ocupar lo que en ellos se torna exclusión; exclusión de lo español, incluso de los partidos españoles que no cuentan con posición alguna en el Parlament. El asunto no es convivir con la certidumbre en colectividad, el asunto es pervertir los sentidos, aquello que Jordi Pujol aclamó (o le dejaron aclamar, cual hoy los independentistas): catalanes soy yo y los de mi partido. Con ello la canalización o la confusión de la historia; con ello la pluralidad que confirma y hace inigualable a España con ese punto de vista se desvanece, se difumina. Ellos no son el plural, son en el singular. La cuestión no es afirman en diferencia sino asentar la “defensa” contra quienes ni atacan ni tienen intención de atacar, bien al contrario. ¿Qué queda? La inversión de valores que atrae hacia sí dominios conjeturales, de la economía a la banalización de la cultura. ¿Qué queda? Lo que fue la nación más progresista y más vanguardista de España y de Europa hoy en una ruina (con empresas en fuga y la cultura en mínimos), una Cataluña que se arrastra por los suelos.

Eso en pensamiento manifiesto que no se sostiene convoca, en verdad, la desolación. Pero eso proclaman, eso quieren ser.

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