Por Daniel Cerdán
Adán Martín es, esencialmente, un prototipo de hombre bueno. Sobre todo. Con esas diez palabras bastaría para definir su perfil más importante, el que más vale y cuenta. Además, fue ocho años concejal, y consejero y presidente de los gobiernos de Tenerife y Canarias durante 20 años. Vivió apresuradamente más de un siglo en 67 años; y sigue de alguna manera en ello. Leyó toneladas de papel. Escuchó interminablemente lo que no estaba ni escrito (de ahí sus peleas con el reloj). Y engañó al cansancio con microsiestas intermitentes, para que ningún esfuerzo se le hiciera cuesta arriba o le privara de darse al máximo. No fue ni es de esos estoicos que aspiran a aceptar el mundo como es para alcanzar la pacífica placidez. Ni de esos liberales enamorados de la libertad del no hacer nada o de hacer lo mínimo y de que nadie les imponga límites. Pero, hiperactivo, no persigue imposibles y por eso siempre se iba (y va) al futuro a buscar las piedras con las que cimentar cada presente. No se entretuvo apenas frente a las maldades personales que le cruzaron en el camino, no sé si por no distraerse de lo importante o porque siempre supo que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio, o por ambas cosas. Lo cierto es que no encontró tiempo para perderlo en odio y sí para ganarlo en obsequios de ternura atenta con el menos pensado y en ordenar con paciencia franciscana la escucha a todos como nutriente de decenas de planes comunes y generosos, que le dieron justa fama de ser un gobernante atípico. Programas y empeños que aún hoy siguen dando frutos, casi anónimos, callandito, dos décadas después. Como el Jesús de Belén, no era infalible. Y también le negaron deslealmente, en momentos difíciles y críticos, algunos muy próximos, de esos que él más ayudó, impulsó y quiso. Se cubrieron de vergüenza histórica y una cierta justicia poética los ha venido al fin a poner en su sitio, más que ínfimo. Y con todo, con la duda constante como doloroso método de vida y herramienta de conocimiento, fue un hombre muy afortunado. Mucho. Y, con humildes minúsculas, magnífico. Tanto o más. De esos exploradores que encuentran la dicha en abrir hermosos caminos por los que ahora transitamos mejor todos. Hermano siempre, jefe con guante de seda y amigo sin fondo, desprendido y olvidadizo de lo malo, cada minuto con él era y es un regalo, que aún busco y persigo. Murió aparente y prematuramente a los 67 años. O eso cree la gran mayoría. Adán Martín nació un 19 de octubre, como hoy, hace 78 años, ¡Felicidades!
Adán
Hablamos y hablamos/ muy, muy vivamente./ Y en esas, sin embargo,/ me despierto somnoliento.
No sé dónde./ Miro y escucho./ Ha de ser dentro de un sueño,/ porque no estás.
Vuelvo a mirar./ No te encuentro.
Cierro los ojos y duermo /para que volvamos a hablar.