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La ventaja de Torres

En las islas concurre, sin duda, un sistema de partidos propio que permite, en mayor o menor medida, atisbar claves del horizonte electoral que nos aguarda en 2023

El interés demoscópico ha crecido de un tiempo a esta parte, en especial desde que el multipartidismo irrumpió y, por tanto, generó dosis de incertidumbre y concatenaciones de consecuencias jamás vistas en décadas del bipartidismo imperfecto reinante. Asistimos, en suma, a una inquietud latente y persistente tanto en Canarias como en el ámbito estatal. Sin embargo, hay algo que supera, con creces, a los meros vaivenes, olas y recogimientos puntuales que modulan el ánimo de las encuestas: las claves estructurales que definen a los sistemas de partidos. Estos se presentan como una bóveda de crucería que resiste mejor, a pesar del mundo líquido y posmodernidad que nos rodea. En las islas concurre, sin duda, un sistema de partidos propio que permite, en mayor o menor medida, atisbar claves del horizonte electoral que nos aguarda en 2023.

El voto de derechas en Canarias está fragmentado en tres fuerzas: CC, PP y Vox. Más la fuga, por ligera que sea, que va a Ciudadanos y al insularismo de Unidos por Gran Canaria. Y esto lo penaliza el sistema electoral. Lo que no sucede en la generalidad de las comunidades autónomas desde que Vox ha desplazado a Ciudadanos. Ángel Víctor Torres está en una posición similar a la de Pedro Sánchez con respecto a Pablo Casado en abril de 2019. Paradójicamente, el factor CC juega a favor de Torres. Y el PSOE ocupa el epicentro del sistema de partidos en el archipiélago, justo la misma posición privilegiada que atesoró CC desde 1993 hasta 2019.

La confrontación de bloques a izquierda y derecha en las islas, donde CC se ubica en la misma orilla ideológica que los populares y la ultraderecha, le impide a CC concentrar apoyos centrípetos que relancen sus hipotéticas opciones de gobierno. Sin el espacio del nacionalismo progresista (desgajada Nueva Canarias) y la pérdida de la centralidad por parte del ‘clavijismo’, esas coordenadas las acopia hoy por hoy el PSOE. Dicho de otra manera, en 1993 la moción de censura no hubiera prosperado sin ICAN. Una lección histórica pertinente e imprescindible para interiorizar la evolución del sistema de partidos desde la gestación del autogobierno en Canarias.

En el panorama demoscópico actual, con las claves estructurales mencionadas del sistema de partidos isleño, cualquier fórmula de gobernabilidad pasa por el aruquense. Mejor o peor, con más o menos fuerza en escaños, el PSOE ocupa el epicentro del parlamentarismo potencial que decidirá las gobernabilidades futuras. El triunfo de la moción de censura de Sánchez presentada a Mariano Rajoy en el verano de 2018 y la posterior oleada de citas con urnas en 2019, estrenó un ciclo político (aún no concluido) que el ‘clavijismo’ no detectó a tiempo. Por eso, por mucho incluso que hubiera novedades en la esfera estatal, una CC ligada a una bancada de socios sustentada en un PP sujeto a Vox, y separada de la tradición del canarismo progresista (ICAN-Nueva Canarias), le impide volver a ser lo que fue. Y cualquier éxito que llegara a obtener, si es que se tercia, implicaría el precio de suscribir acuerdos con una derecha contaminada por Vox y su neoespañolismo. Eso o ser el socio secundario del PSOE. Solo evaluando el itinerario histórico del sistema de partidos puede tomarse el pulso social y, sobre todo, comprender los techos parlamentarios de cada una de las siglas políticas en Canarias. Cuestiones, al fin, que no cambian de la noche a la mañana.

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