Ya conté una vez que un hombre fue detenido y llevado ante los tribunales, en un país de América Latina que no recuerdo, por hacer rimas cuando en el bingo cantaban un número terminado en cinco. Pues en Castilla-La Mancha se ha repetido la historia y un hombre de 34 años fue expulsado de un bingo por los servicios de seguridad, porque cada vez que la empleada cantaba un número terminado en cinco, el cliente decía aquello de “por el culo te la hinco”. No contento con esta rima, el hombre se vino arriba y cada vez que salía el trece, gritaba aquello de “cuanto más me la… más me crece” y otras rimas de calado similar. En un momento dado, la mujer que cantaba los números se sintió ofendida y paró el juego para que los seguratas sacaran al bromista de la sala y lo pusieran de patitas en la calle. Esto de las rimas es muy español, pero su reiteración le quita gracia, esa es la verdad. Hay gente muy atenta y cuando te sale algo con posibilidad de rima -como la localidad grancanaria de Moya- están al quite y te largan aquello de “agárrame la…”. Y así sucesivamente. Don Camilo (José Cela) era muy aficionado a las rimas; supongo que sobre todo después de contar aquella famosa gallarda que se produjo en un cine de la localidad malagueña de Archidona, que salpicó a los espectadores de varias filas. Su relato lo tituló El Cipote de Archidona y convirtió en célebre el suceso, cuyos protagonistas pasarán a la posteridad por sus manejos y sobre todo por la potencia de fuego del varón implicado en el lance. No me gustaría hacer más escatológica esta columna, pero estas cosas -la del bingo y la otra- suceden, son parte de la propia condición humana: la poesía y el sexo en el cine. Y ustedes disculpen si he traspasado los límites, que creo que no.
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