No sé si será por la actuación policial –de la cual me alegro, de ser cierta-, por los cambios habidos en los cárteles de Colombia o porque llegan menos contenedores a los muelles, lo cierto es que se queja el personal de que no hay mandanga. De que desaparecen los camellos, no llega materia prima para el menudeo y la droga –cualquiera que sea, desde el hachís a la cocaína— se ha puesto por las nubes, precisamente por su escasez. Se estarán preguntando el porqué de que yo sepa todo esto, si no me he fumado en mi vida ni un miserable porro. Pues lo sé porque cuando agudizo el oído, lo que suelo hacer ahora sólo de vez en cuando, me llegan rumores. Mis viejos informantes se han muerto de asco, pero alguno queda que me da el soplo de que la cosa está muy difícil. Cualquiera de ellas o las tres razones que he expuesto pueden ser la causa de tamaña escasez, pero también pueden existir otras, que desconozco. Me dicen también que ahora la droga se “fabrica” en Europa y empleo el verbo fabricar porque circula tan adulterada que en vez de agujeros en la nariz aparecen en el intestino grueso. Si lo que se ha producido es un éxito policial, yo me alegro, pero no me lo creo. Porque los traficantes siempre han sido más listos que la policía. Esta es una isla, claro, y aquí entra de todo por todas partes, pero ya digo que existe tregua en los mercados y los drogatas andan con los pelos de punta del puro mono. Así que puede también ensombrecernos una nube de nerviosismo que alentaría a los violentos. Esperemos que no. Una amiga que se mueve en ambientes yuppies me informa también de esa escasez; me la confirma, o sea que parece que todo lo que les cuento es verdad.
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