Es tiempo de despedir el año, quizá el tópico más tópico de todos los tópicos. Pero 2021 pasará a la historia negra de nuestras vidas, porque la pandemia, igual que en 2020, siguió cobrando su tributo de muerte y porque el mundo ha cambiado a peor después de que un virus de procedencia incierta se metiera en nuestras vidas para causarnos esta gran desazón. Se acaba otro año, esta es otra obviedad, y tenemos la obligación de ser optimistas con el que viene, que nos pondrá ante nuestras vidas, muy probablemente, otra carrera de obstáculos. Uno empieza a perder las fuerzas; y las Islas Canarias tienen ahora poco de afortunadas. A incendios pavorosos siguió un volcán más pavoroso y el volcán pavoroso se compinchó con la pandemia mortal. No salimos de una para meternos en otra. Perdimos el turismo, lo recuperamos lentamente, lo volvimos a perder; miles de empresas han cerrado, pero la gente sigue trabajando y creyendo en el futuro, lo que dice mucho de ella. Si les soy sincero, he pasado por una grave crisis de inspiración y se ha apoderado de mí el pesimismo, aunque no tengo derecho ni siquiera a insinuarlo. Nosotros no estamos aquí para apesadumbrar al personal sino para animarlo. Así que cuando me ponga triste no me lean, no vale la pena. Canarias tiene que sacar la cabeza y ponerse en su sitio. Valoro la buena voluntad de este Gobierno autónomo, que preside un hombre bueno con mala suerte, y espero que el viento de la adversidad vire hacia otro punto cardinal. No debemos creer que somos el ombligo del mundo, pero sí valorar nuestro papel en la historia, que ha sido brillante. Así que a crecernos ante la desgracia y a no cometer disparates, porque los disparates salen caros. Hagan un ejercicio de responsabilidad para mañana y para Reyes. Por favor.