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Cocaína en la corte de la tía Lillibeth

Han descubierto restos de cocaína en once de los doce baños de la Cámara Baja del Parlamento Británico. El jefe de los Comunes, sir Lindsay Hole, ha denunciado el caso a la Policía Metropolitana de Londres y serán los bobbies quienes investiguen la procedencia de la droga y, si pueden, descubran a quienes la han consumido en lugares tan impropios. En once de los baños que usan comunes, periodistas, funcionarios y toda la jarca han aflorado esos restos, tras la tarea de búsqueda de los especialistas. La tía Lillibeth, como llaman en privado los Windsor a su reina, debe estar consternada, ella tan recta y tan monárquicamente correcta. Uno de los baños se encuentra pegado al despacho de Boris Johnson, quien ha confesado que consumió cocaína en sus tiempos de jolgorio, aunque hoy detesta las drogas, según sus propias palabras, “y no las quiero para mis hijos”. ¿Y ahora? Deberíamos practicar la misma prueba en los baños de las cámaras españolas. No por nada, sino por comparar. Uno de cada once británicos de ambos sexos consume cocaína y Johnson los amenaza con privarlos del pasaporte y del carné de conducir, si los trincan. El hallazgo ha desatado no poca desazón en el Parlamento británico, tan escandaloso en las formas como presuntamente serio en el fondo. Y los guardias deberán realizar más pruebas y tomar otras muestras para determinar las cantidades aproximadas de consumo y, si es posible, descubrir a los esnifadores. Aunque me da que esto último no será posible. Han llegado demasiado tarde para revisarles la nariz y el desgaste de sus tabiques napiales. La noticia es la comidilla en los tabloides británico, tan proclives al descubrimiento de noticias ponzoñosas, incluidos el fornicio y las cornamentas, que son naturalmente la misma cosa. Así que estaremos al quite.

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