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Disparate generalizado

Uno ya está curado de espanto y no se asombra por nada. Pero es que, cada mañana, cuando leo los digitales, me doy cuenta de que este país se ha entregado al disparate. En Murcia, unos vendedores de droga han sido cazados por la policía porque sorteaban entre sus clientes una narcocesta, que incluía un jamón y un paquete de cocaína, además de otros artículos. Navidades blancas, vamos. Yo no sé si es la pandemia la que ha revolucionado esos cerebros, pero algo pasa. El aislamiento, aunque sea voluntario, conduce sin duda al disparate y a que los cocos se trastoquen. En La Palma, cuando a alguien se le va la olla de repente, el que comunica la noticia dice: “Fulanito disparó”. Pues yo creo que en este momento media España está disparada y la otra media a punto de estarlo. Como vive tanto venezolano aquí, las hallacas (guiso típico del país, cocinado con maíz y carne, generalmente) son el plato de moda, sobre todo en estas fechas. Y en Venezuela, todo el mundo ensalza las hallacas de su mamá. “Como las de mi mamá, ninguna”, se dice en todos los ambientes. Durante una estancia mía en Caracas, alguien quiso romper el tradicional fervor por las hallacas familiares y escribió, con letras muy grandes, rojas, en un muro del barrio de Las Mercedes, lugar que yo frecuentaba: “Las hallacas de mi mamá son una mierda”. Fue un brote de sinceridad que provocó el general cachondeo entre quienes leyeron la pintada, que fue borrada más tarde por alguien que no compartía la oportunidad del aserto, y más en plenas fiestas navideñas. Vivimos, aquí en España, en un país de locos. La izquierdona quiere cargarse ahora la Navidad e incluso investiga si la nata de los roscones de Reyes es nata de verdad o un sucedáneo. Como 2022 no lo arregle, vamos proa al marisco.

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