el charco hondo

El diablo está en los detalles

Los matices importan, mucho. Cuando se trabaja con materiales especialmente sensibles -en política, por ejemplo- debe hilarse fino con sujetos, verbos y predicados; hay que manejarlos como si se tratara de nitroglicerina, mimarlos, manejarlos con la precisión con la que un cirujano trabaja con el bisturí. Caso contrario, si los cabos no quedan suficientemente atados, se corre el riesgo de que lo que se quiere contar se reciba de una forma u otra, dejando el viento a favor o en contra, de cara o espalda. Los detalles pesan, porque los carga el demonio y pueden sembrar confusión, llevando a conclusiones equívocas o distorsionadas. La relevancia de los giros, entonaciones y construcciones de las frases tienen un precedente en las partículas que, ínfimas, alteran nuestra percepción, de ahí la relevancia de la letra pequeña en los contratos o del sentido que, en política, se dé a lo que se quiere decir. El diablo está en los detalles. Con este dicho anglosajón, los británicos llaman la atención sobre la relevancia de lo que pudiendo en comunicación parecer elementos menores, anecdóticos, adquieren un enorme protagonismo a oídos del receptor del mensaje, del destinatario de una información, noticia o decisión. Rara vez las ideas se dejan contar de una sola manera, habitualmente siempre pueden trasladarse eligiendo uno y otro camino, hacía el sí o hacia el no, en positivo o negativo. El anuncio de que Santa Cruz traslade el carnaval a junio puede contarse de muchas formas, pero tratándose de un material tan sensible (posiblemente se trate del anuncio más esperado del año) los matices son fundamentales, el diablo está en los detalles. Quedan cinco meses para que el calendario llegue a junio -una eternidad, en tiempos de pandemia-. Será en abril o mayo, ni un minuto antes, cuando se sepa si se dan las condiciones para que el carnaval se eche o no a la calle. Siendo así, lo suyo sería decidir (y contar, en consecuencia) que habrá carnaval en la calle, y que únicamente otra ola de contagios podría, llegado el caso, impedirlo. Salirse de las fechas litúrgicas -sacrificar febrero- bien merece que el viaje hacia junio lo hagamos subidos al sí, pensando que sí, creyendo, soñando que sí, convencidos, en febrero, marzo y abril, de que el viaje está mereciendo la pena, de que tiene sentido porque no debe tirarse la toalla ni perder la ilusión de poder vivirlo en la calle. El orden de los factores, el sí, o el no, altera el producto. El diablo está en los detalles.

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