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Las últimas compras

Ayer conocí a un imbécil que estuvo tres horas encerrado en su coche, en la autopista del norte, sentido descendente, para comprarse unos calcetines en El Corte Inglés. Son los calcetines más caros de la historia y además no encontró los de su talla, sino unos con dos números más; y así estará con los dedos gordos en forma de pies de elfos durante el tiempo que los lleve puestos. Son eso que llaman las últimas compras, molestas y contagiosas en estos años de pandemia y, sobre todo, totalmente innecesarias. La gente se ha lanzado a las carreteras como posesa, en busca de cosas totalmente absurdas para arrancar una frase de agradecimiento del cuñado, la cuñada, el yerno, la nuera o la nieta, que lo primero que hacen es cambiarlas después de Reyes, utilizando el cheque regalo que se adjunta, debido a la inutilidad de la prenda. La Policía Local, ocupada como siempre en poner multas, ha desertado de su quehacer natural y ha pedido “a quien corresponda” que habilite vías alternativas. ¿Pero qué vías alternativas? Santa Cruz es un embudo imposible de romper, porque no tiene carretera de circunvalación, ni se ha planificado un carajo, ni se ejecuta una obra de descongestión de tráfico desde que fue fundada no sé por quién, sería por el adelantado de la Corona de Castilla. Así que el señor se ha comprado el calcetín de siete euros y se ha gastado cincuenta euros en gasolina y ha cogido tal calentura por la cola que ha jurado no volver a sacar el coche en estas fechas. No se preocupen, el año que viene lo volverá a hacer y entonces dispondrá de dos pares de calcetines tipo elfo, que guardará en el armario para los restos, quizá para que lo entierren con uno de ellos. El castigo de esas colas interminables de ciudadanos de las compras de última hora es merecido. ¿Saben por qué? Por toletes.

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