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McGovern y el Gocho

El 7 de noviembre de 1972, fecha electoral en la que el republicano Richard Nixon le dio una paliza soberana al demócrata George McGovern, estaba yo en Nueva York. Y la víspera me encontré en la calle con una atiborrada sede electoral del senador demócrata, que se enfrentaba al que iba a ser el ganador. Me cogió de lleno el tumulto y una vieja me dio una bandera del aspirante demócrata, me colocó una placa metálica en la camisa y una foto de McGovern en la espalda. Entonces me convertí en un apologista del candidato, ya dije que perdedor, pero viví de cerca el entusiasmo de sus partidarios. Fue emocionante. No sé dónde metí aquellos objetos de propaganda, pero recuerdo que la placa era roja, con el nombre de McGovern en blanco, colores estratégicos de marketing, como los de la Coca-Cola. Había un tercer candidato, un libertario al que nadie hacía caso y no me hagan consultar Google para averiguar su nombre. Nixon ganó pero tuvo que renunciar por el Watergate; y su vicepresidente, Spiro Agnew, también se tuvo que dar el piro por un asunto feo de sobornos. O sea que la pareja ganadora de aquellos comicios fue todo un ejemplo para la democracia. Vivir en Nueva York unas elecciones presidenciales fue tan interesante como vivirlas en Caracas, cuando el adeco Carlos Andrés Pérez ganó por segunda vez la presidencia de su país, en 1989. Entonces estaba yo en Caracas con Carmelo Rivero. Hace poco lo comenté en Tenerife con Nelson Bocaranda, el periodista que, saltándose la norma electoral, se atrevió a dar el resultado antes de que se hiciera oficialmente público. Y lo hizo no con palabras, sino imitando el gesto con el que Carlos Andrés saludaba a sus electores. Qué bonita es la democracia, qué emocionante son unos comicios y qué interesante es vivirlos directamente. El Gocho –apodo de Pérez- también se tuvo que ir a su casa, acusado de corrupción por el Congreso.

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