guerra en ucrania

“Estamos ante la crisis más grave desde la II Guerra Mundial”

Entrevista con Juan Fernando López Aguilar, eurodiputado y presidente de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior del Parlamento Europeo
"No estamos ante el comunismo, sino ante un nacionalismo irredento más próximo a la extrema derecha reaccionaria".
“No estamos ante el comunismo, sino ante un nacionalismo irredento más próximo a la extrema derecha reaccionaria”.

Europa vuelve a ser escenario de una guerra que, por ajena que aparente ser la misma dada la lejanía, se percibe con preocupación desde el Archipiélago, no en balde la historia ha demostrado que los isleños padecen directamente sus pésimas consecuencias desde hace siglos. Para acercar la realidad sobre la actual invasión rusa de Ucrania, es imprescindible recurrir al canario que, por formación, trayectoria y actuales responsabilidades en la Eurocámara, cuenta con la mejor atalaya a la hora de descifrar las claves de este conflicto con la mirada propia de un canario como Juan Fernando López Aguilar (Las Palmas de Gran Canaria, 1961). Sirva como botón de muestra que nos atiende en el Hotel Silken Atlántida de Santa Cruz de Tenerife recién llegado de Polonia y justo antes de volar a los países bálticos la semana que viene. La franqueza de sus respuestas y lo detallado de las mismas confirman que el futuro pasa en buena parte por cómo se resuelva esta crisis de alcance aún desconocido.

-Le traslado la inquietud trasladada por un santacrucero de a pie a quien suscribe. Dada la presencia de Rusia, ¿hay un riesgo real de que se acabe recurriendo al armamento nuclear? ¿Es comparable a lo sucedido a la crisis de 1962 en Cuba?

“A mucha velocidad, las opiniones públicas de Estados Unidos y la Unión Europea se están reformateando para comprender que estamos ante el conflicto más grave desde la II Guerra Mundial, porque una potencia nuclear ataca, con quebrantamiento grave de la legalidad y desprecio a la comunidad internacional, a un país vecino, y lo hace en territorio europeo. No es la primera vez, pero ahora es mucho más obsceno y agresivo que cuando hizo lo mismo en Osetia y Abjasia. Rusia no solo ataca a un país vecino, insisto, sino que lo hace amenazando con consecuencias inimaginables a cualquiera que acuda en socorro de la víctima de esa agresión, y su intención es amedrentar al mundo con una guerra relámpago”.

-Es imposible eludir que su referencia a una guerra relámpago recuerda a las ofensivas de la Alemania nazi que protagonizaron los primeros años de la II Guerra Mundial…

“Inevitablemente, trae a la memoria el modo en que Hitler invadió Polonia con el mismo objetivo de atemorizar al mundo”.

-¿Qué ha podido llevar al régimen de Putin a elevar tanto su apuesta expansionista y correr el riesgo de que esta vez no salga airoso, como sí sucedió en las agresiones a otras repúblicas de la antigua URSS que acaba de mencionar?

“Su pregunta parte de una premisa que merece destacar, porque la ‘kreminología’ que se practicaba en los departamentos de inteligencia y análisis político de todos los países democráticos durante la Guerra Fría ahora es exclusivamente ‘putinología’. No estamos hablando de un régimen con actores y contrapesos, ya no hablamos del Krémlin, sino de Putin. Por tanto el rompecabezas de la comunidad internacional es interpretar a Putin, a sabiendas de que ha mentido, en vivo y en directo, a sus interlocutores (…)”.

-Así lo ha denunciado el presidente francés, Emmanuel Macron…

“(…) Putin lleva más de 20 años con un poder absoluto, y a medida que se prolonga, ese poder es cada vez más absoluto y autocrático. Ha sobrevivido a muchos presidentes de los EE UU y mandatarios de la Unión Europea, y aspira a sobrevivir al actual presidente de EE UU y a los que vengan después, como también a todos los que se han reunido de urgencia ayer mismo [el pasado jueves para el lector] en el Consejo extraordinario de la Comisión Europea que ha decidido sancionar los activos financieros de Rusia en el exterior”.

-¿Hacia dónde nos conduce, pues, la ‘putinología’?

“Lo que quiero decir es que Putin es el actor decisivo y el responsable de lo que está pasando. Putin es el agresor, no lo es ni la OTAN ni la comunidad internacional. Es Putin quien recurre al ‘casus bellí’, el argumento del que se echa históricamente mano para justificar una agresión. Hitler hablaba de la necesidad de proteger a la germanófoba que vivían en territorios como los Sudetes cuando lo que hizo con esos territorios y otros fue invadirlos y destruírlos, hasta que finalmente hubo que pararle los pies. Ahora, el ‘casus belli’ de Putin es proteger a la población rusófona de Ucrania, supuestamente oprimida, pero la realidad es que estamos ante la invasión de toda Ucrania. Y pretende hacerlo en una semana para que sea irreversible como ya hizo con Crimea”.

-Según su análisis, lo propio sería que la comunidad internacional actuase como con Hitler…

“Por tanto, la pregunta que debe hacerse la comunidad internacional es que, si tolera esto, ¿qué será lo siguiente? Y si este síndrome contagia a otros protagonistas de la comunidad internacional como China, ¿qué podemos esperar de su proceder en el Sudeste asiático, cuando China ya ha violado los acuerdos con los que se retrotrajo a Hong Kong con la teoría de ‘un país, dos sistemas’? ¿Vamos a esperar a que China agreda a Taiwan, un país protegido por los Estados Unidos? ¿Qué desorden podemos esperar si podemos tolerar esto? Se trata de aprestarse para actuar de inmediato con medidas sancionadoras económicas financieras que tienen que ser duras, contundentes y que realmente hagan daño al círculo corrupto y oligárquico alrededor de Putin, que es realmente lo puede influir en su conducta”.

-¿Y a medio plazo?

“Construir una nueva estructura de seguridad mundial empezando por una capacidad estratégica de la Unión Europea”.

-Asumo que comparte lo expuesto por uno de los opositores más conocidos de Putin como es el excampeón mundial de Ajedrez Garri Kaspárov, quien sostiene que la disyuntiva actual pasa en elegir, por acción o inacción, el mundo en que queremos vivir, escoger entre “dejar que Putin aplaste y asesine a miles de inocentes en una guerra de conquista europea o detenerlo”. Aún así, ¿no hay también motivaciones en la invasión de Ucrania relacionadas con la economía de Rusia, de mucho menor peso de lo que cabría suponer?

“La agresión de Rusia a Ucrania y, por extensión, a la Unión Europea y a la comunidad intenacional entera, exige, como nunca, centrar la vista y no mirar para otro lado. Eso exige saber que Rusia es el país más extenso del mundo y hace frontera directa con la Unión Europea en Estonia o Finlandia, pero también con Estados Unidos por el Estrecho de Bering. Rusia no es una potencia económica ni nunca lo ha sido. Su PIB es similar a la de países europeos de la zona euro, pero sí que es una gran potencia militar con asiento propio en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y por tanto con poder de veto. Pero también hay que saber que Putin ha generado un régimen oligárquico de corrupción a su alrededor, donde sus allegados se enriquecen y blanquean el dinero obtenido en negocios ilícitos del crimen organizado por todo el planeta”.

-¿Qué propone para actuar ante una realidad como la que describe?

“El método para frenar a Putin no puede ser deslizarse en una escalada militar de consecuencias incontrolables, porque hay que tener en cuenta que estamos ante una potencia nuclear. No puede haber una intervención militar contra la invasión rusa en la medida que Ucrania no es un país de la OTAN y por eso no se activa la cláusula de socorro mutua del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, como tampoco puede ser que la Unión Europea asuma unas capacidades militares de las que en este momento no dispone, aunque el desafío está claramente planteado por el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, y deberíamos tenerlas cuanto antes. Lo que podemos hacer es intentar dañarlo en esa presencia del régimen de Putin en los circuitos financieros internacionales”.

-¿Hasta qué punto el factor tiempo es relevante en esta crisis de alcance planetario?

“Putin pretende utilizar ese factor tiempo como una ventaja dado que lo que pretende es seguir gobernando otros 20 años, porque no teme a perder unas elecciones, que es donde se castigan las acciones temerarias de los gobernantes en un régimen democrático…”.

-Por no hablar de que incluso ganará popularidad gracias a su propaganda y los sentimientos nacionalistas existentes en cualquier país y a los que, desde luego, no son ajenos tantos rusos…

“Como tampoco le importa a Putin el empobrecimiento instantáneo que esto provocará en su propia población, porque su prioridad es el agigantamiento de su figura a una escala global, y el miedo que produce en todo el planeta. Lo que puede temer Putin es el efecto económico en los oligarcas de su entorno, que son los que pueden tirarle de la levita y decirle que pare. Esto nos lleva a un escenario, en el corto plazo, de medidas económicas sancionadoras muy duras que los saquen de los circuitos económicos internacionales, incluido el circuito Swift de comunicaciones financieras internacionales”.

-Esa exclusión del circuito Swift, calificada desde los medios de comunicación como “arma nuclear económica” para frenar a Putin, sigue sin ser aprobada, pese a que todo apunta a su activación más temprana que tarde…

“A mi juicio, debería hacerse, además de otras decisiones como el cierre de las importaciones en Rusia con el consiguiente daño económico que eso produce y que habrá que asumir por parte de la Unión Europea por rectitud y por coherencia, como lo ha hecho Olaf Scholz [actual canciller de Alemania] cerrando el gasoducto Nord Stream aunque eso perjudique de inmediato el abastecimiento energético y el calentamiento en invierno de la propia Alemania”.

-Si la Unión Europea siempre se ha justificado como, digamos, la vacuna contra pandemia tan cruel como ha sido la guerra en el viejo continente, ¿estamos ante un momento decisivo para su futuro?

“Sin duda. Sus países miembros tienen la obligación de adquirir esa estructura global largamente demorada, abandonado esa etapa infantil y adolescente de la que parece no querer salir asumiendo sus responsabilidades”.

-¿El mejor tanque de la Unión Europe no sigue llamándose euro?

“La Unión Europea tiene que desarrollar además un capacidad estratégica militar, una fuerza de intervención rápida, una política exterior unida de defensa, que además tiene sentido porque la fragmentación hace impotentes a todos sus estados miembros, incluida Francia, que es la única potencia nuclear europea y que además se sienta en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ninguno de los países europeos tiene una oportunidad, por sí solo, de hacerse respetar por Putin. La única oportunidad es aunar las fuerzas y actuar con contundencia”.

-¿No hay nada que hacer desde la perspectiva diplomática?

“Emmanuel Macron fue a visitar a Putin: fue engañado. Olaf Scholz también fue engañado. Si fueron engañados los dos países más grandes de la Unión Europea es por una razón muy simple: porque fueron por su cuenta. La única interlocución posible con Putin es la de la Unión Europea unida y en su conjunto”.

-De nuevo es imposible no acordarse de cómo Gran Bretaña y Francia reaccionaron inicialmente ante la creciente amenaza que suponía el régimen nazi con cesiones que, finalmente, no solo resultaron estériles sino convenientes para el Tercer Reich.

“Son lecciones de la Historia, que nos enseña que no sirve la disuasión ante quien está dispuesto a utilizar brutalmente la fuerza. Además, quien actúa como lo ha hecho Putin ahora en Ucrania lo tenía determinado desde hacía tiempo, y por tanto ocultaba sus intenciones y pretendía escudarse con su ‘casus belli’, que también pasa por imputarle a la OTAN haber defraudado sus compromisos de los años 90 de no expandirse hacia la vecindad inmediata de Rusia y haber invitado ahora a Ucrania a formar parte de la OTAN. Pero, dicho esto, lo que no es tolerable es que Putin decida a su antojo sobre el futuro de lo que, por mucho que fueran parte de la URSS, hoy son estados independientes. No estamos ante el comunismo, sino ante un nacionalismo irredento más próximo a la extrema derecha reaccionaria que quiere recuperar para la gran Rusia esa área de influencia que tuvo la URSS. Y eso es tremedamente desestabilizador”.

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