La UCD fue la gran esperanza del centro-derecha y de los liberales españoles. Yo viví esa época de la Transición con infinita esperanza. Pero los protagonismos, las fotocopias y las rivalidades terminaron con la UCD y obligaron a Adolfo Suárez a fundar otro partido, de éxito escaso. Todos los líderes de la UCD eran tipos brillantes de la derecha progresista, que sucumbieron a la envidia y a las pasiones políticas. Hoy en el PP ocurre lo mismo. Un mediocre lo preside, Casado, un chiquillo, que ha designado compañero de viaje a un tipo al que odia medio partido: Teodoro García Egea. Si se les ocurre a ambos repetir las elecciones en Castilla y León hundirán a su opción política para los restos. Y la cosa lleva ese rumbo. Yo casi no escribo de política, como ustedes saben, pero el pueblo ha hablado en Castilla y León y allí ha ganado la derecha. La derecha, que igual que la izquierda tiene sus perfiles, unos más audaces que otros. En España parece imposible que derechas e izquierdas se unan para formar un gobierno. No de ahora, de siempre. La España de hoy es una lejana herencia de esas rencillas que rompieron el progresismo que trajo la II República. La República tuvo que abrazar lo que realmente no deseaba para continuar las reformas, pero esa alianza falló y trajo como consecuencia una dictadura, que duró hasta que murió el militar que capitaneó la asonada. Ahora la izquierda quiere vengarse de su fracaso borrando nombres de calles, derribando estatuas ecuestres y echando abajo cruces. La historia debe respetarse, la buena y la mala. Pero les hablaba de los comicios de Castilla y León. Si el PP no utiliza la lógica, ahora que ha ganado, que se dé por amortizado. Desde luego, parece evidente la falta de líderes válidos y lo que se cuece dentro. Ya saben que he leído el libro de Cayetana Álvarez de Toledo. Hay muchas claves en él.