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Ultras de fútbol en el frente: el otro ejército de Ucrania

Los ultras ucranianos pasaron de sembrar el terror en la Eurocopa 2012 a unirse en 2014 para plantar cara a la intervención de Rusia en la crisis de Crimea

Grupos violentos, organizados, sin miedo a la pelea y aficionados a quedadas con el único fin de agredirse unos a otros. Esa sería la definición más simple de las asociaciones ultras que muchas veces han manchado el mundo del deporte y en concreto del fútbol. Ucrania sabe bien lo que es convivir con estos radicales en los estadios. Pero también conoce su organización en momentos de crisis nacional. Estos ultras, muchas veces temidos en los terrenos de juego, son parte de los ‘valientes’ que plantan cara a Rusia en sus numerosos intentos de ocupar territorio ucraniano.

El presidente Zelinski ya ha pedido a su población empuñar armas para frenar el avance de las tropas de Putin. También ha prohibido salir a todo hombre de entre 18 y 60 años del país con el objetivo de que puedan ayudar a los militares ucranianos a proteger el máximo de ciudades posible. Y lo más probable es que estas organizaciones acudan al frente. Con la liga de fútbol suspendida desde el inicio de la invasión, los grupos ultras ya han demostrado en más de una ocasión estar preparados para escenas bélicas.

En su historial de guerra consta como momento clave el año 2014. Muchos expertos en política internacional lo fijan como el inicio del conflicto que hoy supone la entrada de militares hasta la capital Kiev. Por entonces, Ucrania estaba presidida por Viktor Yanukóvich, de tendencia prorrusa. En 2019 llegó a ser condenado por alta traición por sus vínculos con el Estado de Putin, por ejemplo. Pero en 2014 era quien controlaba el poder en Ucrania.

Yanukóvich, que llevaba en el cargo desde 2010, tuvo que hacer frente a una oleada de protestas civiles donde se pedía un mayor acercamiento de Ucrania a la Unión Europea. Una respuesta al intento de Rusia de hacerse con los territorios de Crimea. La población que acudía a estas protestas pedía justo todo lo contrario que un prorruso podía pedir.

Las manifestaciones se conocieron como las protestas del Euromaidán. Y, entre otras cosas, propiciaron la unión de grupos ultras del fútbol ucraniano que hasta el momento únicamente se juntaban para protagonizar batallas campales. Los hinchas más violentos de la zona de Ucrania, y especialmente de la zona de Crimea, pasaron a la acción.

Estos radicales de diferentes equipos unieron fuerzas y pactaron finalizar sus hostilidades internas. Formaron una especie de ‘ejército’ del fútbol con el objetivo de defender a los manifestantes de las agresiones policiales. Los cuerpos gubernamentales, como Yanukóvich, no estaban por la labor de dejar que prosperaran manifestaciones favorables al acercamiento a la UE. El presidente aprobó además una ley que permitía disolver manifestaciones de forma violenta. Y para frenar aquello estaban esta especie de milicias acostumbradas a pegarse cada fin de semana.

La unión ultra

“La mayoría de los ultras son nacionalistas. Nosotros somos ucranianos y estamos a favor de una Ucrania unida”, contaba por entonces un aficionado del Tavriya a The Guardian. “Era obvio que luchar contra las autoridades era más importante que luchar entre ellos”, explicó sobre el pacto que ‘firmaron’ los grupos de aficionados ultras. Según datos de RFE/RL, los ultras se organizaron en hasta 17 ciudades diferentes del país. También en aquellas con gran población prorrusa.

Pese a que esos radicales solían ser nacionalistas ucranianos, muchas veces de extrema derecha, todos aparcaron sus diferencias para luchar contra la policía de Yanukóvich y proteger el Euromaidán. RFE/RL recogió durante las protestas testimonios de radicales que, aunque rechazaban el sentimiento de unirse a la Unión Europea, no aceptaban que Rusia se hiciera con territorio ucraniano. The Guardian, en base a un comunicado de ultras del Dnipro y del Sebastopol, citó a las tropas rusas como “invasores extranjeros”.

“Nuestra tarea es demostrar que Ucrania es unida e indivisible y que no necesitamos tales ‘protectores'”, decían en 2014 los ultras de diferentes clubes. Otro miembro de estos grupos, en declaraciones a la BBC, insistía: “Gracias al fútbol, nos hemos unido todos, y somos una fuerza que resiste a los que vienen a nuestra casa a decirnos cómo debemos vivir”.

La unión de los ultras fue clave. Las manifestaciones del Euromaidán hicieron caer al gobierno de Yanukóvich. Crimea, sin embargo, quedó como una zona de tensión con la independencia -asumida únicamente por Rusia- de la conocida como República Autónoma de Crimea.

Italia y su captación

Esta unidad de los ultras ucranianos chocó mucho. Especialmente recordando la imagen que habían dado en la Eurocopa 2012 que se disputó entre Polonia y Ucrania. Los altercados entre radicales de diferentes países, entre ellos Rusia, fueron constantes. Tanto que más de una selección pidió a sus aficionados que no viajaran por el riesgo que había. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que la intervención de ultras en el conflicto entre Rusia y Ucrania no es nueva.

En 2018, por ejemplo, un conocido ultra italiano se sumó al bando prorruso para luchar contra Ucrania. Y concretamente en Lugansk, uno de los territorios controlado por afines a Rusia en el conocido como Donbás. Su nombre era Andrea Palmeri y, pese a su nacionalidad italiana, se adaptó sin problema al ruso. En una entrevista para AFP, Palmeri aseguró que en 2014 fue el primero en sumarse al bando prorruso. Cuatro años después eran cerca de 30 combatientes.

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