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A propósito de la guerra

Para analizar la agresión rusa a Ucrania es necesario tener en cuenta, al menos, tres factores importantes, que devienen en cuestiones a resolver. En primer lugar, es evidente que Putin -y sus informadores- minusvaloraron la capacidad militar ucraniana y sus opciones de respuesta. Su agresión estaba concebida como una guerra relámpago de muy pocos días, con el Gobierno ucraniano huido, un ejército casi sin armas, desmoralizado y rendido en masa, y un pueblo asustado y sumiso. Pero se ha encontrado con un escenario muy diferente, y un pueblo que se enfrenta a los tanques y los soldados armados a pecho descubierto. Cada día que pasa aumentan las posibilidades ucranianas, aunque es cierto que tienen un límite. Sin embargo, si consiguen sobrevivir un par de semanas más y demorar la caída de Kiev, más o menos lo que resistió Polonia a la invasión nazi de septiembre de 1939 (con su Gobierno exiliado en Londres), es posible que se pueda culminar una mediación que minimice, en la medida de lo posible, los terribles costes que Ucrania va a sufrir como consecuencia de esta agresión miserable. Los pasos que están dando Francia, Israel, Turquía y hasta China invitan a una muy tímida esperanza. La segunda cuestión se refiere precisamente a este escenario de resistencia ucraniana y mediadores aceptables para ambas partes. ¿Hasta dónde quiere llegar Putin? No olvidemos que ha declarado reiteradamente que su objetivo es lo que llama “desnazificar” Ucrania, y que las inteligencias occidentales han detectado listas de dirigentes ucranianos a eliminar físicamente, comenzando por su presidente.

¿El objetivo es arrasar y conquistar toda Ucrania, y convertirla en una colonia o Estado-vasallo de Rusia, sin ejército y con un Gobierno títere, al modo de Chechenia? O, por el contrario, ¿aceptaría Putin una solución intermedia, por ejemplo que, mediante una reforma constitucional, Ucrania renunciara formalmente a pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN, adoptara un estatus internacional de neutralidad, según el modelo suizo, redujera su ejército al modo helvético y, además, cediera la soberanía de Crimea y el Donbás? El problema es que Putin ha llegado demasiado lejos y necesita salvar su imagen y ser reconocido como vencedor. Y no menos problemática es la situación del actual Gobierno ucraniano y su presidente, que nunca aceptarían suscribir las condiciones que hemos señalado, y que si cae Kiev tendrán que decidir si se juegan la vida pasando a la clandestinidad y a la guerrilla o se marchan al exilio. En cualquier caso, el statu quo anterior a la guerra es irrecuperable, y los occidentales arrastraremos siempre la vergüenza de haber dejado morir a un pueblo ante nuestros ojos, y haber lavado nuestras conciencias con armas y buenas palabras.

Finalmente, la tercera cuestión se refiere a la admiración que suscita la masiva respuesta de tantas ONG, asociaciones espontáneas y personas solidarias que, en unos pocos días, han conseguido organizar un enorme y eficaz sistema de ayuda y acogida a los refugiados, una ayuda y acogida que incluye hasta desplazamientos a muchos países. Esta masiva respuesta, aunque no puede modificar lo sucedido, sí puede contribuir a que los ucranianos, allí donde se encuentren, sean capaces de afrontar lo que, desde ahora, será la segunda parte de sus vidas.

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